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Ghosting: Lo que la pandemia se llevó

Ella dijo que era mi amiga. Y aun así me aplicó Ghosting.

Ghosting:

Lo que la pandemia se llevó

 
Fue una de esas amistades en las que confías ciegamente. Tantas afinidades, tantas experiencias vividas de forma casi idéntica aunque cada quien las vivió por su parte.
Llegué a pensar que éramos un caso de almas gemelas, aunque sin tintes románticos. Que tal vez nos conocimos en una vida pasada y por eso nos llevamos tan bien desde el primer instante.
Nos parecíamos en casi todo. Incluso en ciertas creencias que otros tachaban de ilusas y que fueron motivo de que nos presentaran una tarde cualquiera. Reímos tanto esa vez, reímos tanto la mayoría de las veces. Y las ocasiones en que hubo lágrimas fue porque pasamos horas contando intimidades.
En mi papel de terapeuta me tocó escuchar más. Supongo que fue mi error porque traspasé la frontera de la distancia profesional. Cuando dijo la frase \”Fulano aún sigue aquí\” lloré con ella, y me recriminé en voz alta porque nunca se llora con las consultantes. Me cuentan, o veo en las cartas, situaciones atroces como abuso sexual infantil, golpes que terminan en el hospital, etcétera. Y siempre me mantengo ecuánime. Yo soy la que ofrece los Kleenex.
Pero me dijo que podía llorar con ella porque no era una simple clienta sino mi amiga.

Ella dijo que era mi amiga.

En ese entonces no había profundizado tanto en las características del horóscopo. Me extrañaba que, siendo un signo zodiacal de aire, no fuera nada voluble. No como aquella loca de antaño que prefiero no invocar por salud mental.
Gracias a mi amiga logré un par de sueños que jamás pensé y que me hacen feliz. Me extrañaba que siempre sonriera a pesar de lo que ocultaba, pero pues hay que sonreír y mantenerse en papel.
¿Por qué no obtenía nada de lo que buscaba? Quería ayudarla. Hasta a mi mamá le pasó la única vez que convivió con ella.
Intenté concertarle dos citas con gente importante con la esperanza de que lograra sus metas. No pasó nada.
Mi única intención fue que ella estuviera bien. Que se divirtiera y que olvidara cualquier tropiezo. Que se desahogara.
Para mi graduación de la escuela solo conté con cinco lugares para invitados. Reservé uno para ella. Para el cumpleaños de mi hija estuvo en la lista de tíos adoptivos aunque nunca asistía a mis reuniones. Siempre estaba ocupada. Con prospectos de galanes, con otras amistades que la invitaban de antro, a entrenar y de viaje.
No hablaré de la loca de antaño. Pero había olvidado que hay signos del zodiaco que se mimetizan. Te muestran su parte linda para que la consideres lo máximo. Los mismos gustos en ropa, en música, en comida, en casi todo excepto en hombres.

Ella dijo que era mi amiga. Y aun así me aplicó Ghosting.

Lo que la pandemia se llevó fue mi graduación de la ingeniería. Mi amiga no contestó cuando le dije que el evento se había pospuesto. Tampoco dijo nada cuando cancelé la fiesta de mi hija por el inicio de la emergencia sanitaria.
Nunca me extrañó que yo comenzara las conversaciones. A fin de cuentas, ella estaba sumamente ocupada con un empleo que muchos quisiéramos. Nunca me molestó escribirle para saber cómo estaba aun cuando ella no hacía lo mismo conmigo. Que no le diera like a mis publicaciones, a mis fotos, etcétera.
Solo recuerdo una vez que ella escribió para decir “hola, amiga, cómo estás”.
Pasamos de vernos un par de horas a la semana a no vernos nunca. Hasta Héctor me preguntó si nos habíamos peleado. No. No que yo sepa…
Ni me enteré en qué momento dejó de seguirme en Instagram, en Twitter, en todas partes. Hasta a mi esposo eliminó. Por error mi hija me borró un montón de contactos, y cuando me percaté estuve mandando solicitudes de amistad.
Hace unos días le escribí a mi amiga sobre lo horrible que han sido estos meses. Enfermedades, tabletas cuyas baterías casi explotan, la muerte de mis dos tíos y de dos hermanos de mi suegra…
La persona con la que antes hablaba por horas contestó con tres palabras. Ni un adiós. Mucho menos un hola.

Lo que la pandemia se llevó fue:

Un acosador con medio millón de seguidores que me cree pro Amlo (se nota que no me lee).
Una amistad que no terminó pero que igual no me agregó a su nueva cuenta.
Otra relación con alguien que en el fondo me caía mal por pretenciosa.
Y esta amistad que desapareció sin mentarme la madre. “Ghosting”, le llaman en inglés. No me felicitó en el día de la madre ni el 17 de mayo, así que yo tampoco la felicité en su cumpleaños. Nunca me escribía, así que yo igual lo dejé de hacer. Hasta Jaime Camil declaró que perdió contacto con Luis Miguel porque la amistad tiene dos vías, ida y vuelta.
Contestó con tres palabras para darme el pésame por cuatro muertos. Le agradecí y le pregunté si acaso hice, dije o le dijeron algo sobre mí que le molestara.
Me dejó en visto.
Conocía la mitad de su vida. Y aún así me aplicó Ghosting.
Es más sencillo cuando la otra persona te dice en qué la regaste. Lloras un rato y te pones melancólica. Pero sigues adelante.
Hasta da gusto cuando hay una pelea, por más pueril y ridícula; se bloquean y se mandan a la burguer.
Cuando es un prospecto o galán, vaya, el Ghosting es lo más usual. \”Yo te marco\”, sí, ajá. O los amores imposibles que borras de tu agenda para no morir de tristeza.
Pero una amiga con la que estás bien. Y de pronto, la nada…
No es que no me haya pasado antes. Hasta el ex novio de mi confidente de secundaria me preguntó si sabía algo sobre ella. No es como que mi propio progenitor no me haya aplicado Ghosting desde que nací.
Esta mujer no me hizo nada, no dijo nada, no reclamó nada. Igual y piensa que me hago pendeja y que “yo sé lo que hice”, tipo Paris Hilton y Nicole Ritchie. Pero, como pocas veces, la verdad es que no tengo idea.
Lo bueno es que no faltarán oídos que la escuchen, que la idealicen y que se rían con sus historias alegres. No le faltará quien la admire, quien desee ser como ella y la salude en comentarios de sus populares publicaciones.

Gracias por todo, princesa. Que seas feliz.

No me mates todavía

No me mates todavía

No me mates

todavía…

 

Fue lindo morir
para creer

 

que te encontraré
otra vez
para reír
como antes

 

cuando dormíamos
en nubes de uva
soñando existir
para reunirnos
con languidez
de abeja reina…

 

No me mates todavía.

 

¿Por qué preocuparte?
¿Tanto te satisface
verme sufrir sin ti?

 

¿Llorarás mi fotografía?

 

¿Marcarás al buzón
en que mi voz se congela?

 

¿Me comprarás flores blancas?
¿las más baratas, en oferta?
¿Me dedicarás una parte
de tus horas sagradas?

 

No me mates todavía
tengo tanto que decirte
y te da miedo la ouija…

 

Cualquier ente sensible
te contará exactamente
lo que pensé al colgarme
justo abajo de tu ventana

 

Aprender a escuchar
y dar señales de amor
requiere ayuda profesional
cuando ya estás muerta

 

y aún así caminas…

 

Es menos distópico
ser un eco distante
para tu noche triste
en que asesinas estrellas.

 

Da menos miedo
ser un cadáver prensado
que una voz perdida
entre sollozos ahogados.

 

Mátame de una vez
pero en definitiva…

 

¿Acaso aún no comprendes?

 

Yo sí estoy dañada
enterrada y podrida,

 

pero tú aún flotas
en tu propia tristeza
con tu hermosa sonrisa
que antes era perfecta.

Mi crush y yo en tiempos de coronavirus

Mi crush y yo en tiempos de coronavirus

MI CRUSH Y YO

EN TIEMPOS DE CORONAVIRUS

 
Estaba realmente ebria cuando empecé a fantasear con mi crush. Su nariz envidiable, esos ojos de artista que me derriten cada que aparece en mi televisor
No sé de dónde conseguí su WhatsApp. Pero le escribí. No recuerdo las frases exactas que utilicé, pero le dije que me encanta y que moría por estar con él. No recurrí a la palabra \”amor\” porque el amor se da con la cercanía, y entre él y yo hay mucha distancia tanto emocional como física. De adolescente viví confundida entre enculamiento y amor, y ya no estoy para tonterías. Pero tampoco tengo edad para quedarme con las ganas de hacer lo que se me antoje.
Seguí bebiendo a la espera de una respuesta de mi crush.
Se acabaron las cervezas de mis six, así, nomás, casi casi sin que las tocara. Por el coronavirus hay escasez de alcohol, y ni se puede salir a la calle sin que te secuestren o te embolsen. Si no te mata la pinche pandemia, te desaparece cualquier cabrón.
Pero ahí estaba: la cajita del medicamento que mi tía olvidó. Ya ni me hacen cosquillas, pero andaba peda. Así que me tomé una cápsula, y dos o tres más por si acaso me hacían falta. Total, ¿qué tanto es tantito en plena cuarentena?
Después… No estoy tan segura de lo que en verdad sucedió. Supongo que me desmayé por borracha, o por tremendo pasón.

¿El problema? Que no fue en mi casa.

Meses después investigué y supe que algunas benzodiacepinas producen amnesia. Aunque, por supuesto, ese es un detalle que siempre se me olvida. Por eso tengo borrado el casete, el disquet, la memoria USB o como sea que se diga ahora. El caso fue que desperté en una habitación a oscuras. Desnuda. Y alguien dormía junto a mí.
Con todo cuidado me levanté de esa cama y busqué mi ropa. Mi celular decía que eran las cuatro de la madrugada. Iba a encender la lamparita, pero tenía una notificación sin leer:
\”Ya estoy afuera\”.
No reconocí el número telefónico. Pero sí la espantosa fotografía de perfil.
Era de mi ex.
Encendí la lámpara de mi teléfono, y sí: definitivamente era la habitación de mi ex. Ese malnacido sandio, hijoeputa gandalla que se robaba mi lana y que durante años enteros me hizo confundir enculamiento y amor.
Nunca le escribí a mi crush. Creo. Ni ha de saber que sigo su fanpage de Facebook, que hasta tengo mi insignia de fan destacada.
Sobre mi ex… Pues ya no es mi ex. Estaba en su casa, y no se puede salir a la calle, así que sigo aquí. Con él. Justo ahora duerme. Y todo por mi chiste de andarme drogando. Rompemos la cuarentena, y seguimos rompiéndonos la jeta cada que nos enfadamos por celos. Hasta eso, nos llevamos mejor después de unos guamazos.
Y además lo tengo en engorda por si nos contagiamos.

Tercero en discordia

Tercero en discordia - Jéssica de la Portilla Montaño.

TERCERO EN DISCORDIA

 
Me escapé varias veces a la hora de la comida para ver al escritor. También los fines de semana que enfadé a propósito al arrejuntado.
Era hermoso, con un perfil como esculpido a mano y una gran plática sobre poetas malditos y aspirantes que peleaban por becas del gobierno. Hasta dibujaba chingón.
Platicamos sobre literatura por un par de meses, previo al acto impúdico… Pero con él no pasó a mayores por cuestión de detalles.
1) Salió con una ex amiga de antaño, esa mamona y bellísima con fama de acostarse con todo(s). Las hermandades de leche no eran gratificantes en el minúsculo círculo de farándula defeña.
2) Amó a una bailarina. No le molestaba que ella bailara en calzones y, cito, \”hasta sin ellos\”.
Mis prejuicios respecto al tema eran mayúsculos. El mundo vivía la crisis ninja y lo perdimos casi todo… Mientras, nuestra inquilina aventaba lujos dignos de la sugar baby de un investigador de la UNAM.

¿Acaso me equivoqué al solo tener novios imbéciles y ningún, digamos, mecenas o patrocinador?

3) En todos esos años no fui capaz de serle infiel al arrejuntado.
Nunca fui capaz de engañarlo… No completamente.
a) El baboso de Acapulco, pues bueno. Ni pasó ni cuenta.
b) Dejé vivo al rancherito asesor que solo engullía melones gigantes. Uno más de la lista de idiotas que recuerdo con estos recuentos ridículos.
c) Y luego escribí versos para uno que cumple años el mismo día que yo. Mi entusiasmo duró poco ante su indolencia general.
Oportunidades no me faltaron. Pero sí las ganas de quitarme la ropa frente a alguien distinto. De abrirle espacio definitivo a un tercero en discordia.
Claro que yo comenzaba a cazar cada que cachaba en nuevo \”cotorreo\” (así lo justificaba mi ex suegra) al arrejuntado.
Y no fui capaz de rematar a una sola de mis posibles presas…
Al único que deseaba asesinar era al mismísimo estafador. Mi obsesión radicaba en la imposibilidad de que un ser tan poco agraciado se la pasara brincando de araña en araña.
Aunque, más que arañas, las pobres parecían caras de niño aplastados.
¿Cómo que el tipo juraba envejecer conmigo mientras buscaba a otras?
¿Y para qué buscar a otro ser teniéndome a mí, que soy como veinte mujeres con sus respectivos alter egos?
Jamás negué que en esa relación yo era la loca. Pero me molestaba que todos negaran que él era un pinche pendejo nomás porque se hacía la víctima.
Bueno: dejémoslo en culero. Conmigo fue el más culero de todos. Debí dejarlo como mi tercero en discordia, y no andarlo presumiendo como novio oficial y mi \”caso de éxito\” de culturización para adultos.
Sé que lo sabes perfectamente, aunque niegues tus errores por aparentar que tienes una pizca de humanidad… Por lo menos agradece por mi Eme de McDonalds.

Imágenes de amor

Un par de fotos de imágenes de amor

IMÁGENES DE AMOR

 
Miraba un par de fotos de imágenes de amor con intenciones de matar el tiempo. En mis horas de búsqueda hubo reflectores, mas no celulares con cámara ni memorias portátiles.
Courtney Stodden, culpable obsesión cuya historia terminó en anonimato promedio. Borra sus huellas, tal vez se avergüenza cuando aterriza en sus cinco sentidos. Me recuerda a Lindsay Lohan, reina del drama de hace una década de quien ya nadie habla porque pasó de moda.
Agradezco perder un par de fotos de gente que ya ni está viva. La lluvia que arruinó el papel impreso de mi secundaria y prepa. No conservar negativos de aquellos rollos. Que mis sinapsis hayan enterrado situaciones en completo olvido.
Un par de fotos deimágenes de amor de Courtney Stodden y su físico cambiante. Sonríe a los paparazzis mientras imita a Marilyn Monroe. Ni ella misma sabe en cuántas fiestas ha estado ni con quién, o para qué.
La imagino en su despertar canábico o benzodiacepínico, un shot más de cafeína o de coca mientras peina sus extensiones para irse a otro antro.
Un periodista de chismes entrevista al locutor que fracasó al brincar a la tele. El minuto que cambió el destino de alguien que hoy a nadie importa. ?Quién llorará por la voz que cientos sintonizan pero que pocos aman? ?Quién será el siguiente John Lennon por el que las masas desgarren sus vestiduras?
Me conformo con que una persona diga que valió la pena conocerme.
 

Jéssica de la Portilla Montaño.