El hubiera no existe
El hubiera no existe, gracias a Dios.
El último par de semanas he estado soñando con gente invisible. Invisible porque está viva, en el mejor de los casos. Pero que no es ni remotamente parte de mi acontecer. De mi acontecer diario, o de cada tercer día, semanal, quincenal, yo qué sé.
He soñado, por ejemplo, a la persona que se sentía Yolanda Andrade y balconeó sin remordimiento a su \”enamorado(a)\” Verónica Castro. No sé si llegó a enterarse de que se le volteó la tortilla, por así decirlo, pues a los amigos comunes les parecía más probable que la Yolanda fuera un(a) ardido(a) que omitió decir lo a gusto que la pasaba con sus relaciones de clóset.
Sueño también con los ojos viajeros, esos que me hacen valorar cuánto me gusta vivir en México. Según el zodiaco somos muy compatibles; según mi pasaporte fue lo contrario.
También desfila por mi pasarela subconsciente aquel sujeto que me introdujo en cuestiones \”delictivas\”, algunas de las cuales siguen anotadas en mi lista diaria de batalla.
Ayer soñé con una fresa que, como tantos, me aplicó la famosa técnica del ghosting.
Por suerte sueño poco con gente casi desconocida con la que comparto ninguna herencia y la mitad de mi hígado.
No tendrá más de una semana que reviví mis diecisiete años de edad. Pero con panza, con esa panza de nueve meses que sí experimenté diecisiete años después. Recuerdo poco de la trama onírica, pensión alimentaria y batalla de custodia incluida. Pero el hubiera no existe, y por fortuna no sucedió porque yo no permití.
Hay una persona con la que hablo poco, y casi nunca en mis cinco. Alguien de su familia me dijo esa frase hace muchos, muchísimos años, cuando intentaba terapiarme por teléfono fijo:
El hubiera no existe.
En todo este tiempo de intermitente conversación nunca volvimos a mencionar al bebé. Un bebé que no fue ni cigoto ni producto ni aborto.
Omito decir detalles, sobre todo sin que me paguen por ello. El hubiera no existe, y hoy podemos reír de estupideces de antaño. Nos libramos de la prueba, del ácido y del seguimiento. Nos libramos de experimentar otro infierno juntos.
También evitamos pedir informes, el acta, abogados por navidades.
Mirando en retrospectiva, si de algo estoy convencida es de que el destino sí existe. Y mi destino fue otro. Espero que lo sea también en mi reencarnación siguiente.
Está por demás pensar cómo habría sido mi mundo porque no estaría aquí mi hija tal y como la conozco.
Antes permanecí atada a millones de recuerdos obsesivos por gusto. Hoy solo quedan pensamientos rancios que tal vez sea justo y necesario quemar. Antes de destruirlos, me gustaría leerme una sola vez más para repudiar esa juventud de la cual nada disfruté.
Y después a chingar a su madre, como todo el resto.
Si has sido feliz en verdad me alegra, pues yo también lo soy y lo seguiré siendo.