Mes: enero 2019

Saúl Ibargoyen: La musa en rojo

Saúl Ibargoyen: La musa en rojo

Nunca he sido buena estudiante. Y en la Escuela de Escritores de Sogem Coyoacán no fui la excepción.

Entré al Diplomado en Creación Literaria a los veintiséis años, una edad en la que interesan más otras cosas como son el sexo, el alcohol, y el sexo pasajero bajo los efectos del alcohol. En general le echaba ganitas al final del semestre para entregar las tareas y obtener buena calificación, pero hubo materias en las que a duras penas hice \”acto de presencia estelar\”.

Una de esas clases fue la del poeta Saúl Ibargoyen. Era tercer semestre y yo siempre andaba corriendo, tarde para todas partes, y ya ni recuerdo el verdadero motivo pues, hoy lo agradezco, la mayoría de mis recuerdos malos y buenos se perdieron entre nubes de tormenta que cumplieron su cometido de hacerme olvidar. No sé si aún trabajaba en casa corrigiendo libros de cierta editorial importante, y hace siglos se diluyó ese chico prescindible que usaba más maquillaje que yo.

A la clase de Saúl siempre llegué tarde, no sé si porque andaba perdida con el noviecito de tres meses, o por la nube rosa con que trataba de ahuyentar mi depresión. Saúl era amable y siempre me permitió pasar.

Lo que más recuerdo de él fue la comida de cumpleaños de una compañera. Me tocó sentarme a su lado en la mesa, y mientras yo brindaba sin preocupación por el porvenir, noté que Saúl bebía agua. Solo agua. Le pregunté al respecto, y comenzó a platicarme de su lucha contra el alcohol. En internet descubrí que incluso escribió una novela que a la fecha no he logrado encontrar.

Lo que Saúl más recordó de mí fue el vestido que usé en la graduación: un precioso Ted Kenton que me costó seiscientos pesos y que un menso me arruinó. Días después el profesor me envió un correo con su poema \”Musa en rojo\”, dedicado al seudónimo con que yo firmaba cuando aún no me gustaba mi nombre. Tras unas semanas me escribió para disculparse porque la editorial omitió la dedicatoria por error.

Durante once años nos enviamos algún correo de vez en vez. También lo encontré en Facebook, pero dijo que prefería el correo electrónico porque los ojos no le daban para más. Era amable y romántico, muy agradable, de esas personas que te hacen soñar cuando encadenan las palabras.

De aquellos días recuerdo poco, pero a Saúl lo recuerdo porque él también me recordó.

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Contrarreforma educativa de AMLO

Imagen: ExplosiónSandía.
Contrarreforma educativa o vacío educativo
Contrarreforma educativa: la cuarta transformación no llegará con los arreglos cupulares del sector de maestros, ni con los buenos deseos del actual Presidente, ni con prescripciones neoliberales del
extranjero.
A pesar del discurso poítico del Presidente, expresando que habrá
libertad, igualdad, justicia en la educación nacional, la realidad no va a cambiar, ¿por qué? Porque los planes y programas son impuestos y obedecen a una ideología, a una política de masas, “democrática”, \”nacional”, etc. No cambiará nada mientras el Estado siga teniendo el monopolio educativo.
Auténtica contrarreforma educativa: El Presidente y las autoridades
educativas deben permitir que cada padre de familia dé la educación que considere pertinente a sus hijos, en las escuelas y con los
docentes que deseen, con tutores particulares o maestros independientes, hacer que el alumno presente su examen de grado, y punto. Ya verán cómo millones de padres de familia buscarán los
mejores profesores para sus hijos, donde el maestro responda por el
adelanto de sus alumnos y no por el atraso, como acurre hoy en el Sistema Educativo.
El pago a los maestros deberá hacerlo el Estado, el padre de familia eligió la calidad de educación que desea para sus hijos, el Estado evalúa y paga.
¿Qué es lo que pasa hoy? Miles de maestros son auténticos analfabetas funcionales y están frente a grupo tratando de enseñar algo a sus
alumnos. Esto no es privativo del Magisterio, en general, en casi
todas las profesiones existe un déficit cultural y de aprendizaje.
Reforma o contrarreforma educativa: para el caso…
Padres de familia se enfrenta a docentes que les exigen que le enseñen a escribir y leer a sus hijos porque no saben; mandan a los padres al psicólogo porque creen que son los culpables de que su hijo no sepan estudiar; presumen que tal o cual alumno presenta retraso mental, déficit, hiperactividad o algún trastornos que impide que el alumno no
aprenda como debe ser. Es decir, los maestros no quieren enseñar nada,
no quieren depositar tiempo en sus alumnos, se la pasan sentados en
sus sillas detrás de su escritorio y, para colmo, su frase favorita es: los primeros educadores son los padres, nosotros somos apoyo, apoyo de qué, si solo saben fastidiar al alumno y al padre.
Son pocos los auténticos maestros, ante esta crisis educativa, ante la
carencia de docentes preparados el Estado debe permitir que los padres de familia busquen a sus maestros para sus hijos.
Pero esa persona no es maestro, no tiene título, no tiene documentos
etc. No se trata de documentos, se trata de ser competente en este
mundo complejo, los contenidos de los actuales planes y programas son pobres, limitados y solo desarrollan algunas habilidades, unan eso con los pseudomaestros y su aire burocrático. Resultado: México tiene una de las peores educaciones a nivel mundial. El Estado ha fracasado en este rubro, no es culpa del maestro, lo han dejado ahí año tras año y no pasó nada, quincena tras quincena cobró un dinero que en justicia no se merece por mediocre e ignorante; pero qué tal, está sindicalizado, está protegido, que siga igual y que callen a esos
padres escandalosos, así está todo el país, ni modo.
Mientras el Estado no exija al maestro estándares máximos, no mínimos como hasta ahora han venido haciendo, no habrá cambio. El examen al
docente es una salida absurda, exijan los máximos, y si no los da,
queda suspenso de esta profesión, ser maestro es una profesión
fundamental y no de “dar clases en lo que te encuentras un mejor
trabajo”.
Les deseo un feliz año a los auténticos maestros, que sí los hay.

Tres reyes magos… Dos reinas, en mi caso

Ayer en Facebook vi una imagen de que Los Reyes Magos no son tres sino dos… En mi caso sí, también fueron dos, pero no se trataba de una pareja de hombre y mujer sino de dos reinas: la abuela maga y su hija, lo que ahora llaman despectivamente \”mamá luchona\” porque en verdad hacía maravillas para pagar ella sola la renta, y para pagar tooodo todo lo demás. En este contexto resulta que yo siempre fui una \”bendición\”, lo cual me hubiera encantado saber antes…

Claro que era mágico este día. Incluso cuando una vecina (que siempre lo negó) rompió mi ilusión cuando yo tenía como ocho años. Reconozco que como hija única fui de lo más pedínche, y tenía la idea de que tres Reyes Magos podían adquirir y cargar más juguetes que Santa Claus, que a fin de cuentas solo era uno. Y además Santa Claus ya era un adulto mayor, seguro tiene credencial del Insen y los triglicéridos altos con semejante panzón.
Ahora que leí los últimos tomos de El diario de Greg, me causó gracia que el pobre está buscando los dulces de Halloween por toda la casa sin lograr hallarlos. Algo así nos sucedía de niños: seguimos sin explicarnos dónde pasaban la noche las numerosas cajas de juguetes que de pronto aparecían bajo el arbolito de esferas rojas y escarcha plateada.
En mis tiempos los roles de género estaban más que definidos. Una navidad que pasamos en Ticomán en casa de mi tía Tere, a mi primo Omar le trajeron su pista de Hot Wheels, y a mí unas cajas de monitos de Playmóbil (¿todavía existen?).
-¿Y a mí por qué no me trajeron carritos?
-Pues porque tú eres niña -contestó mi tía Tere.
Y resultaba muy lógico.
La mayoría de las fiestas la pasamos en el departamento cerca de Robles Domínguez y Misterios. Santa Claus sí llega a Ciudad de México, no como sucede aquí en León.
Y es verdad que tanto Santa como los tres reyes magos me trajeron cuanto producto vi en la tele ochentera: mi Rainbow Brite, un Nenuco que era hijo de un cazafantasma, el juego de química que habré usado una vez y con que mi primo hacia explotar los tubos de ensayo. El gira pintando, los pin y pon originales, unas joyas con muñequitas escondidas que se llamaban Sweet Secrets.
El departamento era de dos recámaras y media. Me parece que fue en nuestro último año ahí que busqué en cada metro cuadrado sin encontrar nada. La flamante bicicleta nueva estaba justo en mi cara, en la recámara de mi abuela, pero no la vi hasta que mi mamá la señaló. Nos fuimos al parque y me hice una de tantas clásicas cicatrices en las rodillas aprendiendo a montar bajo las indicaciones de mi mamá y de mi abuela. Ahora dice mi jefa que en realidad ni la usé, pero considerando dónde vivíamos, seguro me habrían robado la bici de haber salido yo sola.
Dicen que si en vez de mis dos reinas Magas hubiera crecido con dos Reyes Magos casados, ni medio juguete me hubieran dado debido a la religión imperante. Así estuve bien.
Desde que nació mi hija, una de las primeras discusiones con Héctor fue si acaso íbamos a perpetuar la tradición de Santa Claus y los Tres Reyes Magos. Al principio dijimos que no, pero la carita de ilusión de Aranza lo dijo todo el día de ayer. Prefiero que sea una niña que crea en la magia, que una pequeña adulta consciente del desempleo y de la devaluación. Dejen que los niños sean niños, y que ya cuando sean adultos se maravillen de los fantásticos administradores que fueron sus padres, sus abuelas y madres. Dejen de estar de amargados compartiendo textos donde aclaran \”verdades\” con que se creen ingeniosos.
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