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Cardiaco

Postcardia

Cardiaco.

Jéssica de la Portilla Montaño.

Postcardia.

No sé si la semana pasada tuve dolor cardiaco por el insomnio, porque mi depresión de antaño empequeñeció el músculo, o porque en serio me iba a dar un infarto.
Si muero pronto espero que me recuerden con cariño.
Si no, espero que me sigan odiando hasta que llegue el momento de llorarme un minuto.
Justo ahora siento el mismo dolor punzante, no al grado de no querer dormir por creer que ya no despertaré, que mis ojos no se abrirán más si los cierro para descansar. Y justo ahora que me siento una pequeña fastidiosa.
En aquella clase de Mario González Suárez hablaban de una de tantas novelas que ni leí, una que era sobre seres inmortales. El grupo entero de la generación 38 de Sogem llegó a la conclusión de que si tuvieran la gran dicha de vivir para siempre ocuparían esa infinidad de tiempo en viajar y conocer el planeta.
Oh, ¡qué divertido conocer el planeta! Vámonos corriendo a Pakistán, a Kenya, a Líbano, a donde sea que nos explote un carro-bomba o a donde un niño sea obligado a cargar un chaleco con TNT.
Yo había llegado a la conclusión, de la que medio salón se rió (raro, raro), de que prefería morir antes y ser \”una leyenda\”. Ja, ja y ja. Dicen que los buenos mueren jóvenes, y supongo que ese adjetivo ya no me queda. Ninguna de esas dos palabritas babosas.
No sé si por eso me duele también el pecho, como si lo tuviera congestionado aunque no es así. Igual por eso hay rastros de sangre en mi nariz, aunque tal vez sea una hemorragia cerebral no tratada.
Nada más he buscado síntomas de influenza AH1N1 a ver si no es eso pero no, he tenido unos cuantos delirios pero sin fiebre.
Tal vez soy una de esas personas destinadas a ver la vida pasar. Tal vez veré morir a la gente a mi alrededor, estaré junto a ellos petrificada y sin saber qué hacer cuando les ataque un dolor cardiaco lacerante, cuando sufran accidentes, cuando haya que ir corriendo al hospital para salvar una vida que no es la mía y que por ende me importa aún menos.
Quisiera decir que no es más que literatura barata o un simbolismo idiota eso de que me duele el corazón. Pues no. Siento un vacío médico que ignoraré cuanto sea necesario.
Pero no me duele el brazo, al menos no como he visto en películas. Puedo sobrevivir con este dolor.
Al fin el corazón no es un órgano que se utilice a diario.

Un día inigualable

hot-cakes

UN DÍA INIGUALABLE
Jéssica de la Portilla Montaño.

 
Ya estamos en primavera. Este será un día inigualable y perfecto para recordarte, mi amor. Tendré una mañana a solas contigo… No te preocupes: tomé precauciones para que los niños despierten más tarde, cuando al fin me haya ido.
Conozco a la perfección tu rutina. Te levantarás antes de que amanezca para hacer el café y hot-cakes. Saldrás de la recámara preguntándote si ya regresé de correr, diario se hace tarde para llegar al trabajo. Te tallarás los ojos incrédulo cuando notes mi cuerpo colgado en el patio cual péndulo humano mientras los perros me huelen y chillan. Me extrañarán tanto… Tú nunca los has querido, y los niños prefieren los gatos.
Lo siento tanto por ellos, mis pobres perritos.

Sueños privados

Sueños privados

Los días terribles culminan en largos y tortuosos insomnios…
Heme aquí, sentada junto a una cama que bien pudo ser mía. Ahí están mis sueños, duermen a pierna suelta, los escucho y tanto suspiro me hace dudar si en serio eran míos…
?Sueños, yo?
?Pero qué se supone que es eso?
A mí háblenme de pesadillas, de ilusiones a medias que me siguen por mis rincones. \”Tú dijiste, tú juraste, hasta prometiste…\’.
!Ya cállense, estúpidas expectativas! No soy quien creí que sería, no tengo un currículo que de tan fabuloso parece fantasía. Me faltó pasión, me faltó disciplina, me faltó asesinar al alter ego malvado que en días como hoy aún me atemoriza.
No soy lo que pude haber sido. Pero estoy viva (gran cosa).
Nunca concreté mis banales metas…
Mis sueños duermen. Roncan, hablan incoherencias. Me invitan a regresar a mi sueño apacible, al anonimato de oportunidades, a mis entes imaginarios que me han hecho autosuficiente a base de verdades intangibles.
Hoy miré un par de páginas donde el pasado se asoma. No soy yo, la vida siguió, y terminando este texto volverán a importarme un pito los sueños ajenos. Me gustan más mis sueños privados, sean grandiosos o no.

Se busca…

Se busca amistad tóxica. Interesados escriban un comentario cada cinco minutos diciendo que ya me extrañan. #FelizDiaDeSanValentin

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A la deriva

A LA DERIVA Jéssica de la Portilla Montaño. Somos una ola que va a la deriva en la mente del otro. Eres un charco que hago un océano cada que respiro. Vamos a la deriva como una partícula de polvo en el viento. Sin dirección ni destino, como un remolino que arrasa recuerdos. Soy tu risa incómoda, la travesura que nunca confiesas. Eres mi biografía, un momento cursi mirando a la Luna. Sigo esperando algún día mirar tu reflejo. Haces olas y mareas, a la deriva. Yo lanzo piedras al charco que me traga hasta las rodillas. Así vamos los dos, a la deriva, cada quien por su lado. A la deriva, y en algún punto muerto tal vez nos encontramos. No existe frase que no hayamos dicho, no existen sueños que no hemos soñado. Fuimos un accidente geográfico, un volcán extinto, un secreto olvidado. Eres personaje ficticio, jamás exististe, te inventé en mi insomnio.]]>

Ansiedad

ANSIEDAD

Daría lo que fuera, lo mucho o lo poco que tengo, lo que aún me queda con tal de que me consueles una vez más, con tal de poder recurrir a ti cada que necesito una salida que otros tachan de sencilla, una simple forma de olvidar que se supone que ya maduré, que ahora sí tengo responsabilidad que cumplir. Sólo desearía elegir una vez más cómo es que quiero caer y con qué, el arma que utilizaré para seguir mutilando mis entrañas y también mi cabeza. ¿Por qué de pronto es tan complicado hacer lo que debo, y no lo que necesite para fingir no sentir?
Quisiera perder el sentido del tacto. Ansiedad.
Ahora es cuando extraño esa única mañana o tarde en que desperté de anestesia: no recuerdo si acaso soñé, pero sí que fue lindo no saber dónde estaba ni quién era. A veces extraño el derecho a estar deprimida y sin esperanza, llorar porque pasa una mosca y porque tengo que matarla para que nadie más lo haga.
Quisiera tanto tenerte de nuevo en una cajita secreta, poder mirarte y que la boca se me haga agua porque no quiero tocar, no porque de antemano sé bien que de nuevo echarás a perder mis esfuerzos de ser una persona normal, de ser quien no dependa de nada ni nadie. En cuanto te desaparezco reniego de ti, yo misma soy quien tira a la basura tus pocos restos que guardé para devorar cuando en serio en serio me hicieras falta, para atascarme otra vez hasta perder la razón. Ansiedad.
Yo que rogué volverme loca porque creí que era mejor que sentirme así, Dios, mi \”distimia de adolescente\” que me sirvió para tres cosas. ¿Por qué carajos comencé a escribir sobre esto si lo que menos deseo es recordar?
Claro que te agradezco por haber hecho humo los últimos diez años o más, ya no sé, hay miles de sucesos difusos que se perdieron en alguna zona de mi neblina mental. ¿Qué caso tiene hacer nada si nuevamente llegaré a este punto en que quisiera no ser, no estar, morirme una semana como decía Sabines?
Y sé que justo es ahora cuando debo ser fuerte y no dejarme llevar por el ansia que aún me provocas tú y todo lo que se parezca a ti. Da igual, simplemente da igual porque quiero buscarte cuando estoy triste o porque tengo algo que celebrar, porque quiero aventar el mucho o poco dinero que tenga con tal de sobornarte, con tal de que ya no me dañes y que todo sea como antes, cuando comencé. Nunca creí que se cumplirían las nefastas profecías ajenas, que en verdad ibas a resultarme peor que mi enfermedad; nunca creí que esas obvias verdades son negadas sólo por quienes no saben lo que es estar en el fondo del agujero y con ganas de que te caiga el piano de la caricatura Acme.
Poco a poco comprendo (¿ya para qué?) que mi necedad de ti es una idea que yo solita creé, me tragué una mitología donde eres algo milagroso que me curará de cualquier mal pero no, no fue así. Han sido al menos ya seis veces en que no la veía llegar y sin embargo estoy aquí, lamentando pendejadas como el no ser valiente, lamentando cada una de mis quejas siendo que existen otros más jodidos y con más mierda irreversible que cargar. ¿Cuántos años llevo ya tratando de superarte, de hacerme la ilusión de que no fuiste más que alegría artificial que no pude atrapar para mí?
Sólo debo dejar que transcurran veintisiete horas, sobrevivir día tras día agradeciendo porque puedo abrir los ojos aunque vea borroso entre lágrimas idiotas. Mientras seguiré riendo anónimamente de quienes caen en tu misma trampa, de quienes no escarmienten en cabeza ajena habiendo cientos de películas que hablan de que sólo hace falta pisar una cárcel, maldita sea por siempre mi obsesión de ti. Sólo la cárcel y una tumba sin lápida para que nadie se burle porque terminé ahí, como antes tanto soñé.
¿Por qué son tan críticos los primeros días, los primeros meses? Ni siquiera eres tú, hace tiempo me di cuenta de que sólo me gustas durante un tiempo límite. Ya me da igual si te sustituyo y froto la primera lámpara de Aladino que aparezca frente a mí. Nunca tuviste sentido, sólo desperdicié mi tiempo acosándote, googleando información sobre ti cuando ya la sabía de memoria. Por eso espero no volver a abrir mis venas para encajarte a la fuerza, aunque no me atreva jamás a desgarrarlas de nuevo por más berrinches insoportables que haga.
Yo que te elegí por sobre todas las cosas, carajo, yo que dejé mi vida por un objeto inanimado que olvidó su alma para que yo me perdiera en esta ansiedad cuesta abajo que no termina, no termina…
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Sorry I missed your life.

Sorry I missed your life.

Sorry I missed your life.

Jéssica de la Portilla Montaño.

\"Sorry
A veces me quedo así, con la tele encendida pero en silencio, escuchando a lo lejos las risas de fiestas a las que no me invitaron.
A veces tomo cientos de fotos que con nadie comparto, miro publicaciones sin comentarlas, descarto muertes de personas que jamás me conocieron y que tampoco supieron que existo.
A veces tarareo las canciones de mis borrachos vecinos y sus amistades de rato, esos que ni saludo y que tampoco harán nada si un día me asesina un intruso.
Vivo mi nula realidad sin más ruido, paso desapercibida y congelo los platillos de quienes no me avisaron que nunca más llegarían.
Ya estoy muy vieja para sufrir por la ausencia de relaciones temporales, amistades que no supe en qué momento dejaron de ser confidentes para transformarse en un like de tantos.
Ya estoy muy vieja para insistirle a fantasmas, para sentir celos por no haber sido requerida en tu evento nocturno, por no aparecer en las fotos de vicios y besos que al final avergūenzan.
Ya estoy muy vieja para envidiar tu gran círculo, para vivir en otra tierra donde los sueños se cumplan.
No haré más que ignorarme y hacer como que esto fue escrito al azar, porque me preguntarías si acaso estoy triste como a veces acostumbro, con intención de consolarme otra vez. Y la verdad es que no: me gusta no estar con gente que a fin de cuentas se va diluyendo como tú hiciste.
 

Disculpa si me perdí de tu fiesta vida.

No me vuelvas a considerar para platicarme tu interminable miseria, me tiene sin cuidado dónde te claves el cuchillo o si te comes la galleta envenenada para Winnie Pooh. Me vale si te diviertes o si se muere tu madre o tu perro o tu rata, por mí que se pudran tus venas para que no me distraigas más con tus cuentos.
¿No ves que no importa lo mucho que dices sino lo poco que callas? Eres banal, banal y superficial y sonríes solo para una cámara, para tu celular que no suena si no hay música o alcohol de por medio.
Menciona un solo nombre de una sola persona a la que en verdad le importes… verás que no existe, ni siquiera tu sangre, y que no necesitas que pase una década para que los seres que ayer brindaban contigo hoy se olviden de que tienes abierto el falso Messenger.

Dicen que soy depresiva

Dicen que soy depresiva. Que soy deprimente porque estoy deprimida. Dicen que soy hormonal, una reina del drama, que no llegaré a cumplir cierta edad. Que no tengo el menor talento. O que tengo demasiado pero lo desperdicio en cuestiones absurdas.

Dicen que es culpa de mi padre.