Sorry I missed your life.
Jéssica de la Portilla Montaño.
A veces me quedo así, con la tele encendida pero en silencio, escuchando a lo lejos las risas de fiestas a las que no me invitaron.
A veces tomo cientos de fotos que con nadie comparto, miro publicaciones sin comentarlas, descarto muertes de personas que jamás me conocieron y que tampoco supieron que existo.
A veces tarareo las canciones de mis borrachos vecinos y sus amistades de rato, esos que ni saludo y que tampoco harán nada si un día me asesina un intruso.
Vivo mi nula realidad sin más ruido, paso desapercibida y congelo los platillos de quienes no me avisaron que nunca más llegarían.
Ya estoy muy vieja para sufrir por la ausencia de relaciones temporales, amistades que no supe en qué momento dejaron de ser confidentes para transformarse en un like de tantos.
Ya estoy muy vieja para insistirle a fantasmas, para sentir celos por no haber sido requerida en tu evento nocturno, por no aparecer en las fotos de vicios y besos que al final avergūenzan.
Ya estoy muy vieja para envidiar tu gran círculo, para vivir en otra tierra donde los sueños se cumplan.
No haré más que ignorarme y hacer como que esto fue escrito al azar, porque me preguntarías si acaso estoy triste como a veces acostumbro, con intención de consolarme otra vez. Y la verdad es que no: me gusta no estar con gente que a fin de cuentas se va diluyendo como tú hiciste.
Disculpa si me perdí de tu fiesta vida.
No me vuelvas a considerar para platicarme tu interminable miseria, me tiene sin cuidado dónde te claves el cuchillo o si te comes la galleta envenenada para Winnie Pooh. Me vale si te diviertes o si se muere tu madre o tu perro o tu rata, por mí que se pudran tus venas para que no me distraigas más con tus cuentos.
¿No ves que no importa lo mucho que dices sino lo poco que callas? Eres banal, banal y superficial y sonríes solo para una cámara, para tu celular que no suena si no hay música o alcohol de por medio.
Menciona un solo nombre de una sola persona a la que en verdad le importes… verás que no existe, ni siquiera tu sangre, y que no necesitas que pase una década para que los seres que ayer brindaban contigo hoy se olviden de que tienes abierto el falso Messenger.