Colosio: La noche que mi madre lloró a un priísta
De lo que más me acuerdo del asesinato de Luis Donaldo Colosio hace ya 20 años es de mi mamá llorando cuando al fin lo declararon muerto.
Yo ya había comenzado mi querido diario, pero no recuerdo haber escrito palabra alguna sobre el magnicidio.
De lo que sí hablé, así haya sido menos de media cuartilla, fue de cómo me puse a llorar (raro, raro) porque \”el malvado\” Ernesto Zedillo ganó las elecciones.
Mis cuatro primas menores y yo, que siempre andábamos juntas en las vacaciones, estábamos en la sala de \”mi Ana Madrina\” viendo la tele. No creo que nos hayamos reunido a ver las noticias cual si hubiesen sido caricaturas: lo más seguro es que hayan interrumpido la transmisión de alguno de nuestros bobos programas para dar el fabuloso resultado de los comicios.
No lloré porque supiera gran cosa de política, si la verdad es que a los catorce a duras penas si sabes medio bemol sobre música.
No lloré porque ganara el PRI oootra vez, ni porque presintiera el \”error de diciembre\” (y no me refiero a mi primera briaga navideña por culpa de los \”moraditos\” de mi prima Sandra).
Siempre tuve la manía de ser \”fans\” (como dicen del \”amorsss\”) de personajes medio nefastos. Mi hoy esposo, profesor Héctor Juárez Lorencilla, nos había puesto a investigar las plataformas de los tres principales partidosde México, y zas:
No sé si el PAN me convenció desde que leí la bola de patrañas que ni Vicente Fox ni Felipe Calderón cumplieron (hasta eso, el segundo recién obtuvo puntos a favor pues autorizó que mi vecina fuese operada sin costo por un embarazo ectópico), o si fue hasta que vi al flamante Jefe Diego Fernández de Cevallos en el famoso debate en la tele.
Yo qué: desde niña tuve un algo por los hombres mayores. Cuanto más decrépitos y mentirosos, mejor.
Esa noche estaba en mi ex departamento de la colonia Portales Sur, que se encontraba en remodelación por mi próxima microfiesta (o sea, no la fastuosa y tradicional con vestido de piñata de algún color raro)de cumpleaños número XV. En algún momento sonó el teléfono: era ese chico lindo al que preferí no hacer caso pues, entre otras cuestiones, me llevaba siete años de edad.
Imagino que no hice gran caso a mi llamada por estar viendo el debate. Casi nadie se acuerda del \”Compatriaaautas\” de Zedillo (me sigo riendo), mientras que Cevallos me superembobó. Cuauhtémoc Cárdenas no era muy importante para el caso, pues más de un novato fuimos engatusados por el Jefe Diego.
Y después…