Priístas, priístas, ¡ra-to-tas! Chiquitibúm a la bimbombá… No se confundan. Todo lo escrito en este blog no es más que una cortina de humo para distraernos de lo esencial: Que Cristian Castro le arrebató a Kim Kardashian el título de “El matrimonio más ridículamente corto de la historia”. Kim estuvo casada setenta y dos días… Entonces llegó Cristian Castro con su “saiote” (me sigo riendo de eso) y de un nalgadazo la mandó a volar. Ven que ahí se van en proporciones corporales, ¿no? Es verdad que Britney Spears les ganó a todos pues estuvo casada apenas unas horas en Las Vegas… Pero Britney es Britney, ¡leave Britney alone!!! Además, en aquel entonces Britney era una adolescente alcohólica y explotada por sus padres: Por eso se le perdona que cayera con el Kevin Federline y en un ataque de tos se haya rapado. Y todo esto venía a que… Ah, sí: Los priístas. Los priístas son una casta de piratas mexicanos que se cubren las espaldas los unos a los otros. Los demás partidos políticos hacen lo mismo, por supuesto. Pero los priístas saben que todos son una bola de ratas, y que el que no transa no avanza. Esto último los hace más mexicanos que el asqueroso té de nopal con sábila que estoy tomando para perder peso.
Esto último también me recuerda a los priístas:
Ellos nos hacen perder peso sobre peso, siempre hasta llegar a dos. Si mal no recuerdo, antes del Error de Diciembre el dólar costaba como tres pesos. ¡Tres pesos! Y no nos hacen perder peso en kilogramos, que igual y nos convendría a las mujeres y niños obesos. O bueno, digamos que sí: entre las devaluaciones y la inflación se pierde poder adquisitivo. Y nosotros comemos menos y nos inflamos menos. Y se devalúa nuestra autoestima, porque no es lo mismo estar flaco por dieta que flaco por pobreza. Bueno, yo creo que no, pero no lo sé porque yo solo fui flaca de niña y la verdad no me acuerdo. Esos priístas enflaquecen nuestra billetera y nuestro cinturón. Mientras ellos engordan, engordan de comer tantas ansias por enriquecerse. Y engordan por tragarse sus propias mentiras hasta que se las creen. Ahí tenemos el caso de Javier Duarte, que era gordo y adelgazó y otra vez está igual que siempre. Mientras, la flaca calaca de su esposa, Karime Macías, puso a dieta a los pobres niñitos del DIF. ¿Acaso creen que la esposa iba a salir limpia de semejante lodazal? Por favor: es imposible que ella no supiera la cantidad de mierda que, literalmente hablando, hacía su marido. Por eso no sorprende que ella fuera parte de la estafa, que se encargara de sangrar al erario de Veracruz.Ahora resulta que siempre sí van a extraditar a Javier Duarte.
Y que lo van a juzgar por una ínfima parte de toda la lanototototototototota que se robó. Luego va a resultar que ni siquiera se la robó, sino que solo la cambió de lugar, la reacomodó. Y que pensaba regresarla, ¿no? Pero a quién demonios le importa, la verdad: Siendo Javier Duarte priísta, aunque según lo haya expulsado el mamón ese del Enrique Ochoa… Pisará la cárcel unos cuantos años, y luego como Raúl Salinas de Gortari: Saldrá exonerado, con el cartelito de “inocente” pintado en la frente. Y lo más importante: con todos sus millones en el bolsillo. O bien escondiditos en una faja en la panza, que igual es por eso que está así de gordo y nomás no adelgaza. [caption id=\"attachment_1955\" align=\"aligncenter\" width=\"800\"]