Día de muertos: De altares y Zombilandia

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Un cuento de: Héctor Juárez Lorencilla.

 
Conversación escuchada al azar un 31 octubre no muy lejano, víspera del día de muertos, en un edificio de la Ciudad de México:
―Mamá, ¿cómo quedó mi zombi? ―preguntó Zuki.
―Mira cómo tiene el cuello y la herida en la cara ―dijo Samantha.
―Con este terminamos de adornar la casa.
―En la casa del vecino pusieron zombis doctores y enfermeras.
―Y con Rosita, zombis de curas y monjas.
―Mi abuelita nos contaba que en sus tiempos se ponían veladoras y panes ―afirmó Zuki.
―Que ponían adornos de papel china de una dizque calavera ―rió Samantha.
―Qué loquera, ¿te imaginas?
―Que ponían comida a los difuntos: mole, panes, dulces.
―Que hasta botellas de tequila para que el muertito se tomara sus tragos, jajajá.
―¡Ah, sí! También nos contó que en muchas partes se iba a los… ¿cómo decía que se llamaba donde enterraban a los muertos?
―Panteones ―intervino mamá.
\"Día
―¡Ah, sí!, que iban a los panteones y ponían velas y llevaban comida a los muertos y que contrataban bandas musicales para tocar y cantar ―completó Samantha.
―¿Mariachois? ―preguntó Zuki.
―Mariachis, niñas, mariachis… Y tríos que cantaban boleros y música norteña.
―¿Se quedaban a dormir? ―inquirió Samantha.
―A nosotros nos gustan los zombis.
―Y de lo que casi ya no nos tocó fue de vampiros y momias.
―¿Te acuerdas cómo adornaban con murciégalos?
―Murciélagos, hija, murciélagos.
―¡Murciélagos, tonta! ―se burló Samantha.
―¡Mamá!, ¡dile algo! ¡Me está diciendo tonta!
―Tranquilas, niñas.
―¿Oye, mamá? ¿A ti qué te tocó?

―En mis tiempos se ponían altares y ofrendas. Mi mamá ―abuela de ustedes― ponía una ofrenda de siete pisos. Hacíamos una especie de pirámide y la cubríamos con manteles blancos, todo era impecable; hasta arriba se ponía una cruz y cuatro veladoras, en el nivel siguiente se ponían las fotos del abuelo y del bisabuelo, a cada foto se le colocaba su veladora y se prendía copal con ocote, incienso. Cada piso tenía su significado y en los niveles restantes se colocaban más veladoras, panes que llamábamos de muertos y que solo en esa época se hacían, deliciosos, de naranja y mantequilla. Muchas flores amarillas y violetas. Poníamos sal, agua, tequila, fruta y comida. Y se les rezaba a los difuntos. Festejábamos el día de muertos y no el Halloween… y mucho menos el día de los muertos vivientes.

\"Día
―¡Mamá! ¡Deberíamos hacer eso! ―gritaron las hermanas al unísono.
―¿A poco les gustaría poner un altar como los de antes? Se veían bellísimos: altares de Chiapas, de Michoacán, de Oaxaca, de Veracruz; cada estado tenía su estilo. Se celebraban el primero y el dos de noviembre. ¡Qué bonitos recuerdos! No que ahora festejan el día de los muertos vivientes. ¿Y eso qué es? Pura mercadotecnia y consumo… Antes era devoción, respeto, recuerdo, tradición, costumbre, unidad e identidad nacional.
―¡Ay, mamá! Los tiempos cambian ―señaló Zuki.
―El día de los muertos vivientes es divertido, salir a las calles y disfrazarse de zombi es cool ―acotó Samantha.
―Además, nos dan dulces, pastillas, sueros y un montón de chucherías.
―Sí, pero todo es vacío, sin significado ―suspiró mamá. ―Antes les teníamos respeto a los muertos. Ahora es una corredera de locos, arrastrando pies, mutilados y heridos.
―¡Ay, mamá! Ya estás bien vieja ―rió Samantha.
―¡Cuidadito cómo te diriges a tu madre, escuincla!
―Somos muchas generaciones de diferencia, mamá. Actualízate ―defendió Zuki a su hermana.
―Aunque sí nos gustaría probar el pan de muerto…

1 comentario en “Día de muertos: De altares y Zombilandia”

  1. Wow¡¡¡¡ me encantó, yo he notado que este año las familias han tratado de volver a las tradiciones, aunque de todas formas no dejas de ver niños disfrazados pidiendo calavera. Sería bonito juntar ambas cosas y disfrutar las dos.

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