Se murió mi perro Domi. Al menos todo indica eso… Llevo días posponiendo escribir al respecto, por no hacerlo oficial. Llevo días posponiendo escribir cualquier cosa, de hecho, por si se preguntan por qué tanta inactividad. Incluso comencé el borrador de esta publicación hace una semana, pero luego no pude seguir. ¿O acaso alguien en el mundo tiene ganas de escribir un Se murió mi perro? Hace un par de semanas me telefoneó el señor que recogió a Domi el mismo domingo que se perdió. Dijo que a Domi lo golpeó (¿o lo atropelló?) un carro en una avenida cercana. Lo llevó al veterinario. Pero que al parecer iba a quedar mal de la columna y lo más probable era que lo sacrificaran. Que se lo llevó una asociación de Salamanca para ver si podían salvarlo, pero el señor no tenía el nombre, un teléfono, nada. Quedó de llamarme si averiguaba que Domi sigue vivo, que en caso contrario no tenía caso. Y cuando escuchó cómo me puse, dijo que me llamó porque él tiene perros y, de haberse tratado de él, le hubiera gustado saber qué pasó con su perro. Le agradecí por haberme avisado. No ha sonado más el teléfono desde entonces. Al menos no para decirme que Domi sigue vivo, que sobrevivió al infeliz que lo atropelló y lo dejó ahí, tirado, a que muriera solo y lleno de dolor. Ven a mí, Ley del Karma… No ha sonado el teléfono. Al menos no para decirme que no se murió mi perro. En definitiva ya no estoy esperando esa llamada milagrosa donde me digan que mi miniatura de perrito sobrevivió a un infeliz con automóvil. En verdad tengo que agradecer porque alguien más se haya hecho cargo de Domi en los que seguramente fueron sus últimos momentos vivo. Es lo menos que podría haber pedido para el amigo que me hizo sonreír a diario durante siete años. Se murió mi perro. Pasó otra semana sin Domi, en total llevamos seis. Y las que faltan. Por lo menos ya no estaré pegando carteles por todo el barrio. Por lo menos ya no estaré arrastrando a mi pobre hija para buscar a mi perrito durante horas bajo el sol del Bajío. Vaya que duele su ausencia. Por supuesto, el segundo más afectado fue Tifón. De un día para otro se quedó sin su compañero, su compinche, su roomie. Y dejó de comer. Si en cinco semanas comió cinco platitos de croquetas, fue mucho. Y se puso a aullar. Tifón, que durante meses pensamos que era mudo porque no ladra, y que es casi un milagro escucharlo. Ese fue el principal motivo por el que decidí adoptar a Max, ahora llamado Max Pérez. En cuanto se perdió Domi puse a circular en Facebook un anuncio con sus fotos. Muchas personas lo compartieron, muchas dejaron mensajes de apoyo, de que vivían por la zona e iban a buscarlo… Solo una mujer escribió un \”Cuiden a sus perros\” y después volvió a escribir para reiterarlo, lo cual la hace una graaan persona, mejor que uno, por supuesto, porque ella cuida mucho a sus perros y se lo restriega en la cara a alguien que está sufriendo por el suyo. Supongo que es el equivalente a ir a un funeral para decirle a los dolientes que \”Cuiden mucho a sus parientes\”, porque ella cuida mucho a sus parientes y eso la hace la mejor persona del universo. Solo otra mujer escribió que si no puedo encontrar a mi perro con mi Tarot es que no sé mucho; le contesté diciendo que no me tiro las cartas para adivinación, solo terapia, pero que le agradecía mucho sus \”buenos deseos\”. Y una tercera persona me contactó para preguntarme si no me interesaba adoptar a un perrito que rescató de la calle…