Vivir en León Guanajuato
Este domingo 27 de agosto cumplo ya siete años de vivir en León Guanajuato.
Nací defeña… O no sé cómo nos vayan a decir ahora a quienes nacimos en el entonces llamado Distrito Federal, hoy día Ciudad de México. Alguien (no recuerdo quién) me dijo que no soy “chilanga”: Que en realidad los chilangos son los mexiquenses que se mueven a diario para trabajar en la capital del país.
Como sea. Nací en la “Megalópolis” (nombre ridículo), en la CDMX (abreviatura ridícula), hace ya algunos ayeres. Mi esposo también nació allá, al sur, por la salida a Cuernavaca. Y nos vinimos a reencontrar no aquí, no en León Guanajuato, sino en pleno internet. “Aldea ciberespacial”, escribió él en un comentario el 5 de agosto de hace siete años.
No sé si he contado la historia real de cómo el destino se encargó de juntarnos de nuevo, esta vez de forma definitiva:
Hace siete años yo estaba a punto de cumplir tres de insana relación con un tipo… Quien sabe quién es pues chido, quien no pues para qué lo traumo con detalles. Basta con que diga que era un auténtico “bad romance”.
Dejé de trabajar en gobierno federal y me fui a un proyecto de tres meses en una dependencia de Conacyt (ahora Conahcyt). Ahí conocí a un tipo que decía tener “cierta edad” y que cumplía años el mismo día que yo. No tuvimos una relación porque él aclaró que no quería tener una relación, lo que por supuesto hoy le tengo que agradecer…
En esa dependencia no se trabajaba mucho que digamos. Más o menos la mitad del tiempo que estuvimos ahí fue cosa de estar siete horas procrastinando, porque no habían liberado el proyecto.
Un día cualquiera se me ocurrió googlear “Héctor Juárez Lorencilla“, mi profesor de secundaria y primer amor. Me salió una página de Observatorio Educativo de León Guanajuato o algo por el estilo, así como que ah, a poco ahora vive ahí… Envié un correo a dicha página para preguntar por él, pero jamás obtuve respuesta.
Luego de eso, el destino se precipitó.
Terminé mi no relación con el sujeto “de cierta edad” y terminó mi relación laboral con la dependencia de Conacyt. El 4 de agosto de 2010, un día antes de cumplir tres años de “bad romance”, el noviazgo terminó de forma obligatoria y sangrienta.
Vino la separación de bienes, separación de dineros, regresar un anillo de compromiso que me quedaba grande y que no presumí demasiado. El “bad romance” y yo terminamos confesándonos todas las veces (o la mayoría) que nos fuimos infieles o por lo menos lo intentamos. A mí, por cierto, me faltó platicarle de esa vez que fui sola a Acapulco, y del tipo de cierta edad, pero como no fueron importantes…
Tardé unos cinco días en entrar a internet. No tenía ganas, y no porque estuviera triste. En realidad estaba muy, MUY aliviada de que el martirio al fin hubiera terminado. Ya me imagino yo, casada y/o con hijos con una persona a la que yo no respetaba y que no me respetó tampoco. Hace poco pensaba que es una fortuna que uno no se case con quien quiere sino con quien debe: En caso contrario estaríamos como Elizabeth Taylor.
Lo primero que hice al entrar de nuevo a internet fue ver los comentarios de mi blog.
Y ahí estaba: Héctor Juárez Lorencilla, mi profesor de secundaria. En verdad parecía una broma que me hubiera escrito el 5 de agosto, un día después de que terminé mi “bad romance”, el día que yo debía cumplir tres años de noviazgo.
Él encontró mi blog googleando su nombre porque no encontraba una conferencia que dictó. Resulta que yo escribí sobre él en una entrada llamada Limpieza de otoño (luego la subo, es parte del famoso respaldo), donde hablaba de que había encontrado las cartas que me escribí con mi profesor de secundaria… un día que hice limpieza porque era cumpleaños del “bad romance”, jaja.
Y después… Bueno, como dicen en la tele: “El resto es historia”. Nos escribimos diario durante tres semanas, me invitó a venir a León Guanajuato a conocer la ciudad. Me subí a un autobús en Ciudad de México el viernes 27 de agosto de 2010, yo solo venía por tres días. Y ya no regresé al entonces llamado Distrito Federal, excepto para ir por libros y ropa. Mi Nintendo NES que aún servía, un montón de discos compactos originales, hasta mi colchón ortopédico desapareció… Espero que le hayan aprovechado al “bad romance”, porque el robarse mis cosas fue un precio barato por mi libertad.
A los nueve meses de vivir en León Guanajuato, me casé aquí
Tres años después decidí que ya era hora de ser madre. Yo que nunca quise, no hubiera podido tener un hijo con ninguna otra persona. Gracias a Dios por el control natal, porque no tengo que verle la cara a ningún ex para pelear por la pensión alimentaria y la custodia y todo lo demás.
Hace dos años y cinco meses nació Aranza. Mientras escribo, ella está muy entretenida viendo su libro de imanes de madera. Hace unos minutos “discutimos” porque la señorita se niega a desayunar bien.
Siete años desde que comencé una nueva vida lejos del bullicio, de la contaminación, del pasado. Aquí no me encuentro con ningún ente indeseable, aquí nadie molesta. Puedo salir a la calle sin preocuparme por chiflidos, piropos, manos largas. Vivir en provincia es maravilloso. Amo vivir en León Guanajuato.
Muchas gracias a mi esposo por estos siete años de amor, de cariño, de terapia existencial.
Gracias por ser con quien paso las noches y quien comparte mis días. Por nuestra increíble niña, por Domi y Tifón, hasta por el pájaro Dodo, jaja. Gracias por los regalos, por consentirme, por ayudarme, por comprenderme. Y porque no sé qué día de este septiembre cumpliremos veinticinco años de conocernos…
Todos los que te queremos, le damos Gracias a Dios, por la maravillosa vida que llevas al lado de ese maravilloso hombre y esa hermosa muñeca. Besos