Bebé: No creí que llegarías

21 de octubre de 2014.

 

Seis años atrás elegí tu nombre por si eres niña: Aranza. Y hace cuatro decidí que de ser varón te llamarás Héctor, como tu padre.

Bebé: No creí que llegarías a mi vida. Como hija de divorciados no quise repetir la historia de tu abuela y bisabuela, que apenas si tuvieron tiempo para disfrutar de sus hijas por tener que trabajar para sacarlas adelante.

Pero hace cuatro años me reencontré con ese profesor de secundaria, mi primer amor que ya no fue tan imposible. Me pidió unir nuestras vidas, y desde el primer instante pensamos en ti, bebé. Te soñamos tu papá y yo sobre la misma almohada: tu aroma a manzanilla y talco de bebé, cómo cantarás las canciones con que crecí, cómo te enseñaremos a tocar guitarra.

El plan era buscarte en cuanto nos casamos, pero un revés económico lo impidió y no quisimos traerte al mundo sin darte lo mejor. Hace doce meses decidimos no esperar más… y apenas hace cuatro supe que tú causaste mi repentina necesidad de comer pepinos y papas fritas.

A las siete semanas de gestación fue el primer ultrasonido: eras una bolita cabezona de pocos milímetros. Tu corazón sonaba a ciento cuarenta y un latidos por minuto. No pude creer, aún no puedo creer cómo apareciste de la nada, cómo te hiciste un hueco en mí para tenerme toda ilusionada.

En el segundo ultrasonido, con doce semanas de embarazo, tu papá y yo supimos que nada es perfecto: el doctor detectó contracciones que no debo tener. Salí del consultorio con la prohibición de hacer ejercicio, evitar escaleras y olvidarme de caminar, entre otras. A tomar medicamento y repasar qué hacer en caso de urgencia, por si presento señales de amenaza de… de esa palabra tan fea que ninguna embarazada feliz desea escuchar.
Al tercer ultrasonido fui sola: tu papá se perdió de ver tu rostro y cómo te mueves, cómo agitas tus bracitos y piernas, cómo arqueas la espalda y te acomodas. De nuevo me detectaron contracciones, otra vez a tomar medicamento.

En dos días iré con el doctor y confío en que todo irá mejor, bebé, que ya no corro riesgo de perderte. Cada que me tomo fotos para tus tías, cada día al despertar ruego que por favor llegues bien, que nazcas el día previsto, por parto normal o cesárea pero que respires, que llores pidiendo alimento, que me mires con tus ojitos y que mis brazos te envuelvan con agradecimiento.

Ya quiero tenerte aquí, te necesito para quererte porque aún no has nacido y ya nos has hecho tan, tan felices…

Espero que pronto leas o me escuchas leerte este texto.

Dejar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

A %d blogueros les gusta esto: