Siempre un primer imposible. La ilusión de que algo durará sin romperse. Un platónico inolvidable. Uno o varios hombres que según sí iban a ser guau, los definitivos, “the ones”… Al menos uno con quien sí te mudaste y por quien casi terminas gorda, casada, cornuda y cuidando escuincles.
Puede que incluso llegues al extremo de tener un ex marido. ¿No crees que convenía más invertir en un condón que en un aborto (o peor aún: que en pañales o en un matrimonio ad ovum)?
Sin contar a los pocos que permanecen en células ocultas de tu memoria, tooodos los demás (novios, frees, galanes, citas, amigos con potencial e imposibles temporales) terminaron invariablemente en la papelera interna de reciclaje.
Gritas al encontrar esa equis libreta donde anotabas con toda obsesión tontería y media: diarios, poemas, cartas o notas suicidas según tu humor del momento. Ya ni te acordabas del famosísimo XXX… Te sorprendes al leer que tú, oh chica seria centrada y realista, dedicabas idioteces escritas y hasta declamadas a un hoy famosísimo XXX, sólo uno de tantísimos más, que quién sabe si siga vivo y si se acuerde de ti en alguna de sus contadísimas noches de nostalgia. La pregunta aquí es: