PSICOLOGÍA DE LA PERSONALIDAD
Héctor Juárez Lorencilla.
Psicología de la personalidad en la infancia
En el seno familiar observamos diferentes comportamientos de la mamá, del papá, de los hermanos y parientes. Más tarde, fuera del entorno familiar, en la escuela nos rodeamos de amigos y enemigos y nuestras relaciones se van ampliando.
En la adolescencia
Ya durante la adolescencia empezamos a reclamar nuestra autonomía, nuestra singularidad, y se gesta el gran deseo de ser aceptado en un círculo. De sobresalir ante la multitud.
Este deseo de singularidad y unicidad empuja a los jóvenes a realizar los comportamientos más absurdos, ridículos, contradictorios, serviles y bajos. Todo para ser aceptados, reconocidos y admirados.
En estos círculos de adolescentes las conductas se usurpan, se copian, se imitan y todo se extralimita. De ahí que cuando expresan ser únicos e inigualables no caen en cuenta de que son productos totalizadores de la moda. Y de la televisión, de internet, del plagio conductual. Auténticos usurpadores de la identidad de otras personas.
De forma más consciente que inconsciente se toman patrones conductuales de las personas que más admiran. Y se reproducen esas conductas, palabras, bromas, tonos, chistes, vestimenta, comportamientos de tristeza, violencia, agresión, autodestrucción, anárquicos, intelectuales, filosóficos. Todo por un gran anhelo, un gran deseo de ser diferente y de ser aceptado a la vez.
La aceptación en un círculo de amigos es la recompensa de ser “así”, de ser como “es”. De compartir los mismos discursos, los mismos gustos. Y los mismos enemigos, las mismas identificaciones producto de la imitación, aceptación y reconocimiento.
En la adolescencia y en la juventud es lo más normal esta antropofagia emocional. Es un estado de constantes cambios conductuales y emocionales.
Psicología de la personalidad del adulto
Ya en la vida adulta, profesional y marital se espera que esta usurpación conductual desaparezca. Sin embargo, subsiste todavía en esta etapa la imitación, el plagio intelectual, emocional y profesional.
Cuando nos apropiamos de esquemas conductuales ajenos, los adaptamos y asimilamos tanto que llega el momento en que es difícil distinguir qué es lo propio y qué es lo ajeno. Confluyen ideas, palabras, y comportamientos idénticos.
Es una simbiosis continua al grado de que existe una especie de parasitismo intelectual y emocional sistemático. Se distingue a las personas por su aspecto externo, no así por el interno.