Adictos a la testosterona e intelectuales en el circo mediático

Adictos a la testosterona en el circo mediático mexicano

México vive enajenado por el balón, equipos de todos los colores, unos malos y otros peores, “no importa, es mi equipo”. Afición dispuesta a derramar sangre e improperios a quien sea de otro equipo.
“La Parca, Mascarita Sagrada, la Cuauhtemiña, aficionados al box, ahí donde tejen su nido las arañas”; el ánimo deportivo. Un país con aficionados al tope, enfermos e iletrados, se raja el hocico por su equipo. Aunque en los torneos internacionales no ganan y la prensa los realza y escribe sobre su esfuerzo.
Los deportes donde destacan los mexicanos son los individuales. Y en la mayoría de casos salen por sus propios méritos.
CONADE es un hueso, un apéndice de mientras te busco otro lugar. Millones de dólares se han perdido en esa organización. Y millones más deja la afición a los dueños de equipos, de esa ya mencionada clase empresarial.
El tipo de educación que reciben nuestros jóvenes no permite que desarrollen carácter, disciplina, voluntad. Todo se queda en el “ya merito”.
Los medios hacen de los deportistas auténticas divas televisivas, la pasarela de pseudojugadores: Se tiran, simulan, gritan y protestan por no haber marcado el penal, “revisen cámaras”, no es nada, se aventó, quiso engañar al árbitro. La vergüenza y la pena no existe, “no cayó en mi engaño”.
Los adictos a la testosterona hasta tienen sus propios periódicos, y sus escándalos casi siempre se refieren a faldas o drogas.
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Los intelectuales

Los intelectuales, esa clase de salamandra se mimetiza en ciertos sectores. Cuando tiene oportunidad da el lengüetazo para sacar beneficios por su inteligencia. A fin de cuentas, los políticos necesitan de un intelectual que les dé ideas. Son propensos a escribir libros de crítica social, antropología y economía aunque nunca se les haga caso.
Aman las corridas de toros, los gatos, los perros, los pájaros. Son ecologistas hierberos, beben té, escuchan música clásica, visten con jeans y pana, les encanta que les califiquen de intelectuales.
Cargan su mochila – bolsa con sus últimos manuscritos, llevan preparada su laptop, beben el café en grupo o solitarios. Gustan de tabacos fuertes y tienen dientes amarillos. Además, confiesan su inclinación por las jovencitas.
Son catedráticos, a pesar de los años respiran jovialidad, ocurrentes, agradables, irónicos y mordaces. En los campus son el centro de atracción de las señoritas que les admiran. Son protegidos por las secretarias y son el sueño oculto de algunas féminas cuarentonas.
A los intelectuales les encuentra en la sección cultural y en la de opinión. En general aportan ideas y conducen el diálogo inteligente de la sociedad.

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