Gerardo de la Torre y la o tónica
Gerardo de la Torre y la o tónica
Gerardo de la Torre fue mi primer profesor de la Escuela de Escritores de México, Sogem Coyoacán.
En diciembre de 2004 había renunciado a mi plaza en gobierno federal. Y transferí mi matrícula de la UVM a otra ciudad, todo por un sujeto que se mudó sin avisarme.
Para colmo, traía fracturado el meñique izquierdo por tratar de detener la pelea física de una pareja malacopa.
Mi mamá, como siempre en mis peores momentos, me ayudó a salir del gran drama. Me recordó que ahí estaba la Escuela de Escritores, a la que no entré antes porque terminar primero una licenciatura era lo normal.
Ya había pasado la convocatoria para entrar al Diplomado en Creación Literaria con la Generación 37. Me inscribí para comenzar 2005 en el taller de Cuento, con Alberto Chimal, y en Novela, con Gerardo de la Torre.
El taller de Gerardo de la Torre fue absolutamente delicioso. Ahí conocí a Santiago Rojas Valdivia y a Faustino López Rangel, con quienes sigo en contacto gracias a las redes sociales. Y me parece que también estaba ahí Mara Patricia Castañeda antes de casarse con Vicente Fernández Jr.
Un día cualquiera, Gerardo de la Torre me saludó diciendo \”Jéssica de la Portilla, la niña de los demonios\”.
El profe había memorizado palabras textuales mías. Quedé pasmada. Antes de Sogem, solo escribía poemas, mi querido diario Sam Neill, y “cartas perfumadas que nunca le daré”. Oh, sí: mi concepto del amor fluctuaba entre Madame Bovary y Werther, el de las cuitas. Gerardo tenía un grupo en Yahoo!, y en alguna ocasión tuve el valor (la desvergüenza, más bien) de transcribir una carta para un tal Yuri Morelos.
Dicho ente de la licenciatura de la UVM Campus San Rafael dejó de hablarme un 22 de marzo, luego de hacerme creer que estaba a punto de suicidarse; todo para que la inteligente de yo tomara un taxi, sola, de noche. Su supuesto suicidio era una fiesta chaqueta en la que me aburrí viendo cómo él y sus tíos de la banda musical \”Qué payasos\” (o algo así) inhalaban polvitos. De ese tipo de ridículos #MeToo estuvo compuesta mi vida de soltera con novio ausente pero acosador.
A mediados de 2005 fui aceptada para entrar con la Generación 38 al Diplomado en Creación Literaria de Sogem. En el segundo semestre tuve clase de nuevo con Gerardo de la Torre. Qué emoción. Fue una de las primeras veces que leí en público por voluntad propia. Gerardo preguntó a los compañeros si querían escuchar un cuento mío o de una \”vaca sagrada\”. Votaron por mí. Años después publiqué ese cuento, con otro título, en un especial de la revista argentina El Narratorio. Puedes escucharlo en mi canal de Youtube.
Gerardo de la Torre escribió el prólogo de Casi un día de cuentos, libro que nuestra generación presentó a modo de \”tesis\” el día de la graduación en 2007.
Y compartí páginas con él en el libro Fantasiofrenia II, antología del cuento dañado. \”La educación del perro\” me pareció excepcionalmente detestable, lo cual es un cumplido debido a la temática del ejemplar.
Después de la muerte de Víctor Hugo Rascón Banda, presidente de la Sociedad General de Escritores de México, hubo una disputa por quién iba a ocupar su lugar. Escribí en este blog que Guillermo Vega Zaragoza sería una gran opción, y sin querer (como siempre) me metí en problemas con quienes querían como presidente a Gerardo de la Torre o a algún otro profesor.
Al mudarme a León en 2010, me alejé de todo ese \”mundillo literario\”, como le llama Bernardo Monroy, y de sus guerras y chismes. Lo último que supe es que ahora hay dos (o más) Escuelas de Escritores oficiales.
Sentí mucho pesar al leer sobre la muerte de Gerardo de la Torre. En alguna ocasión terminamos en su departamento y nos presumió la hermosa edición de los libros que había publicado en aquel entonces. Fueron años emocionantes.
Mi vida y mis prioridades han cambiado, pero recuerdo con amor las anécdotas y lecciones dentro y fuera de clase de mis profesores, todos ellos Premios Nacionales. Es un orgullo haberlos conocido en persona, escuchar de nuevo sus cátedras al cerrar los ojos, y leerlos. Gracias a sus libros estarán cerca de nosotros siempre que lo deseemos.
Querido Gerardo: Gracias a ti aún reviso mis textos mil veces para evitar \”la o tónica\”. Eso, y tu facilidad para citar innumerables escritores de los que nunca había escuchado, es lo mejor que aprendí de ti.
Descanse en paz, profesor.