Cuento

Polifónica, reunión de cuentos

Presentación de Polifónica, Reunión de Cuentos, en La Cosecha Librería

Polifónica, reunión de cuentos

Celebro los primeros XV años de vida de mi blog con la reseña de Polifónica:
Este sábado 5 de junio tuve el placer y sobre todo el honor de participar en la presentación virtual de Polifónica, reunión de cuentos.
Se trata del segundo libro que Abraham Téllez España, compañero de la Escuela de Escritores de Sogem, publica bajo el sello de Lunaria Ediciones. Con él participan Ana Segovia Camelo, Andrea Ihalí y Ximena de Tavira.
La presentación se llevó a cabo en la página de Facebook de La Cosecha Librería. El video completo se encuentra en este link:
https://fb.watch/5_7KrCoUT_/
La Real Academia Española remite el adjetivo polifónica al ámbito musical, donde polifonía es el \”Conjunto de sonidos simultáneos en que cada uno expresa su idea musical, pero formando con los demás un todo armónico\”.
Los cuentos contenidos en este ejemplar son:

* Siesta estival – Ana Segovia Camelo

En la antigua casa de la abuela, Isabel y Rosario tendrán una especie de reencuentro.

* Marquito Kung Lee – Ximena de Tavira

\”Bien se ve que todo escritor frustrado, ya sea por razones externas o de orden vocacional, será, con un poco de suerte y si cultiva los hábitos que respectan al caso, un extraordinario lector y hasta crítico de cualquier tipo de buena o mala literatura\”.

*Señorita Beatriz – Abraham Téllez España

Una serie de desencuentros con la compañera que hacía bullying.

* Dos partes de lo mismo – Andrea Ihalí

Entre el trastorno mental y la enfermedad solo hay un carro color gris rata y una taza desportillada.
Puedes adquirir Polifónica, reunión de cuentos, por correo electrónico en lunaria.ediciones@gmail.com y su página web lunariaediciones.com .
 
También se puede adquirir en Mercado Shops:
https://lunaria.mercadoshops.com.mx/MLM-920809174-polifonica-reunion-de-cuentos-cuatro-autoras-_JM
 

El antro

El antro. Jéssica de la Portilla Montaño.

El antro

 
Estaba en el antro de siempre. No esperaba verte ahí, no había motivo pues el antro era mi sitio. Durante años fue mi rincón preferido para pasarla bien. En todos estos años jamás te paraste por ahí.
Llegué feliz, con ganas de divertirme. Te vi a lo lejos, esperando en la cadena. Deseé que no te dejaran entrar con tu traje y corbata. Pero el antro se ha vuelto algo más democrático con la gente normal.
Comencé a beber moraditos sabor a Kool-Aid. La barra libre continúa aunque de modo clandestino. Pasaron un par de horas y pensé que no habías entrado. Demasiada formalidad para visitar el antro favorito de la banda gótica, punk y metal.
Estaba por consumir un agua de doscientos pesos cuando te vi recargado en la pared. Solo. Sentí tanta lástima que caminé hacia ti contra mi voluntad.
También me viste. Dibujaste en tu cara la misma sonrisa estúpida que presumes desde adolescente.
De pronto me di cuenta de que ya no siento nada por ti. Nostalgia, rencor, sueños rotos, bla bla bla… nada. Nada de eso queda. Normalmente me habría abalanzado a abrazarte mientras me lleno de mocos y emotivas lágrimas. Tú sí me diste un abrazo que casi me asfixia. Y mencionaste cuánto gusto te da saber sobre mí… Frecuento el antro casi cada fin de semana desde hace dos décadas. Si tanto era tu repentino interés, me hubieras marcado para saber si estoy viva. Nunca cambié de correo electrónico o de redes sociales por si reaparecías.
No pensaba encontrarte ahí ni en ninguna parte. Tenía la secreta esperanza de que hubieras muerto por cualquier estupidez. Pero soy bruja, y sin saber el motivo desempolvé la faldita de cuero que me diste aquella última Navidad en nuestro hotel de enfrente.
La plática habitual: qué cuentas, qué has hecho. No quería tocar temas personales. Fuiste tú quien, de la nada, dijo sentirse solo. Te pregunté por tu esposa, y no hiciste más que levantar los hombros mientras mirabas mis piernas. No quise indagar el por qué te sientes solo si sigues casado con la fea que elegiste.
Levanté mi vaso transparente y bebí de hidalgo el moradito sabor a Kool-Aid. Mi agua de doscientos pesos podría esperar.

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