Forrest Gump inverso Jéssica de la Portilla Montaño. Eras lindo a lo Forrest Gump. No muy guapo, no muy feo, no brillante, no tan menso. Sonriente, muy sonriente, a veces sumiso y siempre correcto. Pero yo fui la única que te veía como si fueras lo máximo, aventurero y mediocre soñador en ciernes, un espécimen adorable y desconocido para bailar por primera vez con un hombre en un antro que terceras personas improvisaron sin drogas, sin alcohol y sin sexo. Pronto me di cuenta de que cambias de gustos como otros cambian de pantalón. Casi diario te interesaba conquistar a otra, a cualquier otra chica, sin importar el que ella te quisiera o no. Ibas por ahí, dibujando caricaturas con rosas blancas de papel maché. Las palabras nunca se te dieron, así que guardabas las mías para exprimir su perfume, reciclar las ideas y plagiar mis sentimientos para otra chica, cualquier otra chica que en ese momento conquistara tu atención. Ibas por ahí, enredándote con cerdos de Guinea y lagartijas con lentes, durabas un par de días con tus nuevas mascotas antes de arrojarlas fuera de tu balcón. No eras malvado, solo un tanto indiferente. Mientras tanto yo fui como Jenny, incluso antes de comprender mis motivos; pero en mi película jamás escapé porque en todas partes te veía y caminaba sin rumbo ni prisa pero siempre en continua búsqueda. Y conocí a millones de Forrest que me consolaron temporalmente, a muchos les hablé de ti y seguí caminando hasta encontrar otros brazos porque los tuyos siempre estaban ocupados. Pasó la onda oscura, el paz y amor de visuales en tercera dimensión. Tú viviste tu mundo y yo viajé por el mío sin necesidad de moverme. En mi historia es Forrest Gump el que muere, no logra cosas notables ni conoció presidentes. En mi historia Jenny sigue viva.]]>