Bernardo Monroy – Irregular (cuento)
Bernardo Monroy – Irregular (cuento)
En exclusiva para AntologArte, Literatura Infantil y Juvenil.
Ilustración: abtuno.
TodoMePasa.com
Henry Smeldington se acaba de meter en un problema serio. Con apenas diez años de edad ya había robado una evidencia de la escena del crimen. Como si las cosas no pudieran ser peores, un inspector de Scotland Yard se dio cuenta y comenzó a perseguirlo. Corrió por la callejuela oscura y apestosa, iluminada solamente por las farolas de gas. No era muy diferente a otras de Londres, con carrozas desplazándose, mujeres caminando con corsé y hombres usando sombreros de copa. El estilo impuesto por la Reina Victoria. El inspector de Scotland Yard hizo sonar su silbato y Henry aceleró la marcha. Pasó a través de una librería que vendía las novelas de moda: Drácula, de un tal Bram Stoker, Orgullo y Prejuicio, de Jane Austen, La Isla del Tesoro de Robert Louis Stevenson e Historia en Escarlata, de Sir Arthur Conan Doyle. Una de esas novelas nada tenía de ficción, pero eso pocos ingleses –y de hecho pocos seres humanos- lo sabían. Henry era uno de ellos. Dobló a la izquierda por un callejón, cuando el inspector alcanzó a cogerlo de su saco. -¿Sabes lo serio que es robar evidencia de la escena del crimen, mocoso? –le preguntó, pero Henry se quitó la prenda y siguió corriendo. La vida de Henry no era diferente a la de muchos niños del Londres del siglo XIX: su madre muró a causa de la epidemia de cólera de 1848 que mató a 14.137 londinenses y su padre fue encerrado en la cárcel por robar para mantenerlo, de modo que Henry tuvo que vivir en las calles. De no haber sido por alguien que le tendió la mano, de seguro estaría muerto. La persona para quien robó aquella pistola. [caption id=\"attachment_605\" align=\"aligncenter\" width=\"960\"] Bernardo Monroy – Irregular (cuento). En exclusiva para AntologArte, Literatura Infantil y Juvenil. Ilustración: abtuno. TodoMePasa.com[/caption] Corrió hasta llegar al segundo piso del departamento de la persona que le daba dinero por realizar trabajitos, que aunque eran ilegales, a la larga servían para ayudar a la sociedad, al mundo, y definir la historia de la literatura. Subió por los tabiques para entrar al estudio de su jefe. Por lo general no usaba la puerta, porque las otras dos personas que allí vivían –un médico y una anciana casera- lo veían con desdén por ser niño de la calle. Por suerte, su jefe era demasiado inteligente para darle importancia a prejuicios tan tontos. Entró por la ventana. Su jefe estaba sentado en su sillón, fumando su pipa. -Te felicito, Henry –dijo, sin siquiera moverse-. Encontraste el arma y corriste durante media hora. Lo supe por el olor a pólvora que distingo desde aquí, por la peste a sudor que despides y por tus jadeos. Huiste de Lestrade, quien aunque no es muy brillante, tampoco es un idiota soberbio como toda la policía de Inglaterra. Por eso siempre vienen a pedirme asesoría a mí, a Sherlock Holmes. Henry caminó hasta el sillón de Holmes, y como un súbdito ante el rey le entregó el revólver. El detective más famoso de la literatura lo sostuvo con la experiencia de un cirujano. [caption id=\"attachment_606\" align=\"aligncenter\" width=\"600\"] Bernardo Monroy – Irregular (cuento). En exclusiva para AntologArte, Literatura Infantil y Juvenil. Ilustración: abtuno. TodoMePasa.com[/caption] -Neil Creme. El asesinato de aquel muchacho es sin duda obra de Neil Creme, uno de los socios del profesor Moriarty. Lo sé porque Creme usa veneno para cometer sus crímenes, no pistolas. Mi estimado archienemigo sin duda le pagó… lo que me recuerda que debo pagarte a ti, Henry. Holmes hurgó en su bolsillo y le entregó una moneda a Henry. Por lo general, Sherlock Holmes le pagaba eso a un niño de la calle que le proporcionara información vital para resolver un caso. A lo largo y ancho de Londres, el detective tenía una red de niños sin hogar a los que llamaba “Los Irregulares de Baker Street”, quienes espiaban para él y realizaban uno que otro trabajo. Cuando la información era buena les daba una guinea, pero el auténtico premio no era el dinero, sino colaborar para un detective del tamaño de Sherlock Holmes. -Muchas gracias, Mr. Holmes –dijo Henry, pero el detective lo ignoraba. Estaba de pie, tocando su violín. Henry salió del 221-B de la calle Baker, a vivir, de nuevo, en las calles de Londres, pero satisfecho por ayudar a Sherlock Holmes, sin ser siquiera el Doctor Watson.
Bernardo Monroy es el primer participante de AntologArte, Literatura Infantil y Juvenil. Escritor y periodista mexicano, nació en la Ciudad de México en 1982. Publica a cada rato en medios impresos y electrónicos. Y es invitado consentido de FENAL (Feria Nacional del Libro de León), donde este año dio una charla sobre Sherlock Holmes. Sigue a Bernardo Monroy en Facebook y conoce más de su obra literaria: https://www.facebook.com/bernardo.monroy.50]]>