Clase empresarial: poseen su propio circo mediático
La clase empresarial se desgarra las ropas por las ofensas del proletariado. Ellos sí trabajaron y trabajan, aprendieron a ganarse el peso con dedicación y ahorro. No son alcohólicos, tampoco mujeriegos, tienen valores cívicos, van a misa los domingos, sus amigos son religiosos. Y si son Legionarios de Cristo mejor, porque ellos atienden a la “gente bien”. Acostumbran comer en buenos restaurantes, fuman puros y beben whiskies. Tienen palcos, disfrutan del golf, del tenis, y de las revistas Forbes, Quién y Playboy (esta última en su oficina).
Son majaderos, altaneros y tienen una doble moral. A casi todos se les sabe de sus transas. De sus salidas con sus secretarias, de la manutención secreta a la otra. La mayoría ha enfrentado juicios por fraude y son constantemente citados en procuradurías.
Sus páginas favoritas son de opinión y sociales, les encanta salir con toda la familia, con los amigos y los hijos. Además, acuden a todas las fiestas de socialité.
Mocasines, saco de marinero, pantalón blanco o etiqueta rigurosa. Viajan a Europa, Asia, EU, adoran al Papa y son guadalupanos.
Clase empresarial… Le pagan a sus trabajadores un poco más de lo menos que pueden, hacen misa y comida para sus empleados el 12 de diciembre. También les dan una caja o despensa. Y les encanta codearse con políticos y religiosas. Quieren opinar de todo.
En general sus trabajadores padecen el trabajo y se ajustan a las prácticas de salarios mínimos. Cubren lo que marca la ley.
Frivolidades y calzones
Es una narrativa fofa, llena de chismes. Los lectores de estas páginas disfrutan del morbo, de las infidelidades y el sufrimiento.
“Fulanita de tal es una zorra”. “Dejó a su marido y sale con este otro”. “Ese si es un galán, ¡quiero!”.
Hay rotativos que le hacen la competencia a Cirque du Soleil, y si se quiere uno nacional, al circo Atayde Hermanos.
