Otros tiempos

Otros tiempos Eran otros tiempos cuando teníamos todo al alcance de nuestras manos.  Éramos jóvenes, guapos, exitosos, atléticos. La vida era una fiesta, Dios nos favorecía.  De vez en cuando algún extraño nos  decía cuánto nos admiraba, y los amigos  no hallaban qué más regalarnos porque teníamos todo al alcance de nuestras manos: un arsenal de venenos anímicos, botellas de vitaminas melosas o histéricas pero jamás aburridas, revistas de moda con nuestro nombre perdido en algún pie de foto. Gente que no recordamos nos buscaba para ser parte de nuestro mundo, de ese mundo olvidado tras cuatro paredes que se deslavan al  caer estas lluvias de otoño.  Olvidamos cubrir nuestro  ser más profundo, ese yo interno que ahogamos  con toques de capas de inutilidad.  Eran otros tiempos cuando todo nos daba risa, poco o nada nos preocupaba, el mañana no existía, el futuro no alcanzaba.  Apenas en una ocasión nos detuvimos a pensar en la cadena de errores que nos condujo al lugar maravilloso y plácido en que al final nos estacionamos,  teníamos tanta suerte y el destino se empeñaba  en poner frente a nosotros bienes y servicios y situaciones sin costo alguno,  a los seres más deseables y hermosos sin necesidad de hacer compromisos ni de hipotecarnos.  Eran otros tiempos cuando obteníamos aplausos e invitaciones sin apenas esforzarnos, bastaba una sonrisa de pereza para que algún ángel de la guarda nos acercara una lámpara del genio de  Aladino.  Era tan cómodo vivir con tiempo prestado, fumar cigarrillos ajenos,  comer canapés dignos de un funcionario de Estado, chocar las copas llenas de hielo a cambio de un par de secretitos.  Eran otros tiempos cuando las crisis sólo estaban en las noticias, la corrupción de los de la tele no nos afectaba. En ese entonces sólo nos faltó ganar el Melate o la Lotería, pero preferimos no participar en sorteos o encuestas ni buscar el tesoro de una isla habitada con tal de no derrochar nuestras ganas.  Hoy día no hay a dónde mirar, no hay un punto en el cielo vacío que no señale una estrella ni una foto intacta para no generar envidia instantánea. Hoy día escupimos las palabras para volver a tragarlas  antes de lamentar lo que hemos dicho. Hoy nos enterramos bajo un mar de frazadas con la esperanza de que la nada nos lleve.  Miramos atrás con la plena conciencia de que en ese entonces en realidad no tuvimos nada, porque no éramos felices como podríamos ser ahora si dejáramos de sentir tanta y tanta pendejada. Me quedo aquí, bajo a cero el volumen de los infomerciales y espero a que se aleje esta  noche, como todas.]]>

Dejar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

A %d blogueros les gusta esto: