Pesadillas colectivas para niños miedosos

Pesadillas colectivas para asustar a los niños miedosos

PESADILLAS COLECTIVAS…

 

Con los sueños colectivos no basta.

 

La Niña TodoMePasa dice:

Rastreé los orígenes de mi aversión a los géneros literarios variantes del Terror y, no: Los asquerosos Garbage Pail Kids no terminaron de comerme por más que me hicieron despertar gritando durante ene noches de mi dizque infancia. Los Garbage Pails Kids vinieron a mis pesadillas mucho después.

Y tuve pesadillas mucho peores, por cierto. La primera ocasión que dije “no, gracias” fue en casa de unas amiguitas. Clásico que a los cinco años de edad tus primeros amigos son hijos de los ex amigos de tus papás. Recuerdo que nos llevaron a alquilar una película (formato Beta… ufff, ¡no hagan cuentas! ¿Ya existía VideoCentro?). Yo quise de vampiros. Quién sabe cómo se llamaba: nomás recuerdo que el monocromático filme mostraba una mano negra. ¿Igual era una mano santa? La mano salía de una tumba para arrastrar a la pálida actriz.

Si hoy, mil-ochomil años después, viera una escena así de ridícula…

¡Yo creo que me ahogaría! Me ahogaría, pero de la risa.

Mi esposo el educador infantil dice que no hay que dejar que los niños tengan contacto con ningún tipo de terror… No vayan a terminar como yo: Escribiendo sobre mis pesadillas para provocarle dolor de cabeza a terceras personas. La segunda vez que me traumé debió ser con Carlos, tío de mis vecinitos de entonces. Fuimos al Cine Tepeyac a “ver” El Despertar del Diablo. ¿Cómo olvidar ese título?
Y digo “ver” entre comillas porque lo único que vi fue la mugre del piso: El tiempo que duró la película lo pasé bajo mi asiento. Yo no, no, NOOO quería ni quiero saber nada sobre sangre y tripas y ojos que salen volando. A duras penas puedo ver Doctor House, Bones, Castle y series de televisión por el estilo.
Pero la curiosidad era fuerte: De niña me era imposible dejar de ver las portadas de películas piratas. Una rana con una mano humana saliéndole del hocico… Una mujer colgada por la vulva y los pezones de ganchos de carnicero… Ya me imagino a qué clase de “ser humano” le puede excitar el sexo mezclado con gore.
No sé si todo eso fue antes o después de uno de mis regalos de cumpleaños: En Siempre en Domingo o en XE-TÚ o en Estrellas de los Ochenta, en alguno de esos aburridos programas de los años ochenta estaban promocionando El Show de Terror de Rocky.

Y yo, pobre escuincla babosa sin criterio alguno, le rogué y le supliqué a mi mami que me llevara al teatro.

Mi mamá no sé cómo se las arreglaba ella sola: Mi indolente progenitor jamás dio ni cinco centavos para que yo viviera… (Aquí un paréntesis: UN APLAUSO a los pendejos, seguramente hombres, que acaban de establecer que no dar pensión alimenticia ya no es delito grave. Ya se puede llevar el proceso en libertad. Jo jojo, pero qué emoción. ¿Acaso es su forma de combatir la obesidad infantil?
Por favor: no mamen. De cualquier manera, la mayoría de madres solas que conozco no andan pidiendo chichi mensual del pinche irresponsable. Les da muuucha hueva demandar a un pobre loser que no ama ni a su propio hijo. Las mamás pueden solas, ellas lo logran sin tener que andar persiguiendo a nadie. Dios bendiga a las mujeres jefas de familia por tener pantalones.)
Como iba diciendo: mi mamá me llevó con mi abuela a ver El Show de Terror de Rocky. Seguramente no entendí ni eme de nada, y ni siquiera la recuerdo. Pero cuenta la leyenda que mi mamá tuvo que rogar y suplicar en el teatro para que me dejaran entrar a ver esa obra para adultos…
Ya de grande vi la película y no le encontré ni el terror ni lo de adultos ni nada, jaja. Imagino que la pasé bien: Lo único que me traumó fueron las escenas en blanco y negro que proyectaron en una pantallita, no sé si durante el intermedio o previo a que subieran el telón.
Continuará.

1 comentario en “Pesadillas colectivas para niños miedosos”

  1. La verdad es que a mi tampoco me gustó el famoso show de terror de Rocky, pero ya había comprado los boletos, ni modo, jajajajajaja¡¡¡¡¡ y la película es un fiasco también.

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