Tres de octubre no se olvida…

LA MAMI MÁS PADRE QUE EXISTE

Por: Jéssica Montaño de Juárez.

Publicado en El Heraldo del Bajío el martes 2 de octubre de 2012.
Sábado 2 de octubre de 2010.- Mañana es cumpleaños de mi mamá. ¡Otra vez! Pero ésta es la primera ocasión que no la pasaré con ella, buah. Por más que hice cuentas, insistió en que me quedara acá para no gastar en ir al DF y regresarme, que mejor viene con mi abuela la siguiente semana para conocer León y sobre todo mi nueva casa (aunque lo más seguro es que se quedarán a dormir enfrente, Héctor ofreció hospedarlas para que estén cómodas) y así aprovechan el paseo: no es lo mismo para ella descansar de la oficina y venir a provincia de vacaciones con todo y Doña Lupe, que para mí usar mis tres pesos ahorrados e ir a hacer corajes por el tráfico endemoniado (¡culpen a MarcelObras Ebrard!).
 
Sí, es la primera vez que estaré lejos de ella en un día tan importante. En los quince años que llevo viva (bueeeno: que sean dieciocho, al fin que apenas me pidieron la credencial de elector en un billar) siempre la pasamos juntas: en las buenas, en las malas y en las peores. Desde que tengo uso de razón, hemos sido para todas partes mi mami, mi abuelita y yo, no más. Apenas hace unos años se integró Cosita alias la Perrucha a nuestras vidas (me encanta decir que la adopté ‘por prescripción médica’), pero de ahí en fuera mi pequeña familia sólo ha consistido en nosotras tres, ni una sola persona más.

Tengo tanto que agradecer a las dos mujeres que me dieron la vida. Creo que no acabaría…

A mi abuela, por sus deliciosas comidas diarias. Por haberme jalado el cabello cuando me peinaba con trenzas hasta la cintura. Hasta sexto de primaria me llevó a la escuela cada mañana luego de hacerme de desayunar unos ricos hot-cakes. Pasaba por mí cada tarde sin falta, jamás me dejó ahí olvidada ni se le hizo tarde. Me llevó a todas mis clases extraescolares y también a los cursos de verano. Cuando podía, me compraba dulces (cuando no, yo me robaba el cambio del mandado de la tienda o el de mis parientes las tortillas, jaja). Me enseñó a tejer, aunque sea la cosa más aburrida del mundo, pero se tomó el tiempo para entretenerme. Las tardes que pasé con ella en el departamento de mi tía Teresa, de seguro jugando Nintendo con mis primos Omar, Iram y Yared… extraño tanto a los dos enanos que quisiera ir seguido a verlos a Estados Unidos; espero al menos ver de vez en cuando al Omar y a Alethia, mi nueva sobrina. Lo único que lamento es no haber puesto atención cada que mi abuela cocinaba: ahora no estaría sufriendo con mi ternera salada, el arroz que cocí con vino blanco y las albóndigas con la lata completa de chipotle. ¿Por qué yo no puedo hacer ni un caldito decente, mientras mi primo Omar Montalvo gana concursos y ahora hasta es chef nada menos que del Restaurante Elago de Chapultepec?

Y qué puedo decir sobre Blanca Montaño que tú no sepas, querido Sam. De niña pensaba que tenía dos mamás: ‘la buena’, la guapa y bien maquillada que entre semana llegaba de noche, me sonreía y me abrazaba; y ‘la mala’ que los fines de semana traía la cara lavada y no hacía más que regañarme, jaja. Conforme pasó el tiempo me di cuenta de que en realidad sólo era una: el que me regañara sin descanso cada fin de semana no la hacía una mamá ‘mala’, al contrario, era para que yo aprendiera a comportarme como gente decente.

Y no era la mamá ‘buena’ porque me sonriera y me abrazara, porque me comprara libros de ‘dibujitos’ (Garfield, Peanuts, Mafalda) para que yo le agarrara el gusto a la lectura: fue la mejor madre que pude tener pues de lunes a viernes pasó entre ocho y diez horas diarias metida en una oficina para alimentarnos a mi abuela y a mí, vaya, hasta a mi tío Chucho (que en paz descanse) mantuvo desde antes que yo naciera. Gracias a mi mami siempre tuve qué comer, estuve en escuelas de paga y hoy hasta doy clases privadas de regularización y de inglés. Lo mucho o poco que soy se lo debo a ella y a mi abue, pues por su esfuerzo y trabajo duro salimos adelante sin tener que pedir nada a nadie, no vivimos con lujos pero jamás hizo falta un plato de comida, una colegiatura, un par de calcetines.

Creo que lo he dicho mil veces, y no me cansaré de repetirlo: mi madre es la mujer más fuerte, la que más admiro y a quien desearía parecerme (para empezar le heredé lo traga-años, jaja: le calculan veinticinco desde que yo me acuerdo… y a mí me siguen pidiendo el IFE). La mayoría de mis primas presumen de haber tenido a sus dos padres con ellas, pero es un hecho que ninguna tuvo las oportunidades, los viajes, la buena vida que yo.

Como mi mami hay miles de madres mexicanas y de todos los países que trabajan de forma honesta para sacar adelante a sus hijos sin la ayuda de un hombre. Muchas tienen que enfrentarse solas a un embarazo no planeado, muchas otras simplemente pasan la hoja para no aguantar más a un tipo que se cree el gran machín por tener muchas viejas y hartos escuincles. Si algo tengo en claro es que no necesito a una tercera persona para salir adelante ni para estar contenta, todo depende únicamente de mi esfuerzo y de mí.

Bla bla bla, como que me da lo chorera y lo cursi cada que hablo sobre mi madre, pero es que no alcanza el diccionario cuando se trata de expresar lo orgullosa que estoy de ella y de todo lo que ha hecho por mí y por mi abuela. Mañana es su cumpleaños, será la primera vez que no estamos juntas, pero quiero decirle que la amo como a nadie, que para mí es la persona más importante que existe y que espero con ansia que ¡yaaa venga a visitarme!!!

 Tendré que mandarle por correo fotografías de mis fiestas para que no se olvide de mí… 


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